Alfonso Ussía

Me mociono

La Razón
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Me emociono, me menciono, me promociono y me mociono. Deseo ser el elegido de Pablo Manuel para liderar la moción de censura contra el Gobierno de Rajoy. Si no doy el paso, este hombre, que es bastante chisgarabís, es capaz de mocionarse él o promocionar para encabezar la moción a Baltasar Garzón, Jorge Verstrynge o a su bedel, el otro Garzón, el más tontito. A su bedel, a su cortesana o a su general particular. Para mí, que esta moción no la presenta el defensor de Otegui y De Juana Chaos contra el PP. Quiere dividir al PSOE. Pero le ha salido mal, porque hasta Pedro Sánchez le ha dicho que es un trilero. Tiene mucho que ver su decisión con los datos de audiencia de sus apariciones en las diferentes televisiones que tanto lo miman, públicas y privadas. Las cámaras lo enfocan, el realizador pincha su imagen, y la audiencia recurre al mando y se divide entre las morsas de La Dos o el partido de Snooker de Eurosport. Hemos alcanzado tan alto nivel de hastío que la gente se pregunta qué es peor. Si los sustos de corrupción que nos acosan o el terror a convertirnos en la Venezuela Bolivariana de Europa. Y lógicamente, la segunda opción es la más rechazada.

La portavoz, inmersa en su cortesanía, ha estado convincente. «Como ha dicho Pablo», «como Pablo opina», «siguiendo el criterio de Pablo»... Este hombre –no tengo intención de someterme a la prueba–, tiene que ser un machirulo de los buenos. Un tigre de Siberia, un jaguar del Orinoco, un león del Serengueti, o un jabalí de Sierra Morena. Las deja lelas. Por ese lado lo envidio y admiro. Para su fortuna, no es creyente y no se siente obligado a cumplir los Mandamientos de la Ley de Dios o de la Iglesia. Lo contrario que mi finado amigo donostiarra Fermincho –Fermintxo–, Urgullmendi Itxas Gain, al que la naturaleza dotó con excesiva generosidad y fuerza. Era, simultáneamente, cristiano devoto, y chocaba de cuando en cuando con los sacerdotes confesores. –Padre, me acuso de mucha «fornicashión»-; -¿Cuántas «veshes», hijo?-; -más o menos, veintitrés-; - ¿Todos los meses, hijo?-; -no, padre, todos los días-; - ¿Con la misma, hijo?-; -no, con veintitrés diferentes-; -¿Y cómo puedes ser capaz de esa barbaridad? – porque tengo bishicleta-.

Fermintxo no falleció de agotamiento ni a causa de un episodio vascular originado por su frenesí varonil. Tampoco atropellado cuando pedaleaba con su «bishicleta» por las comarcales guipuzcoanas de Edurne a Ainhoa y de Arantza a Nekane. Lo hizo al tropezar en la plataforma de salida del trolebús de Igueldo, en la parada del funicular. En lo alto de Igueldo le aguardaba Sabina, no el cantante, sino la hija del conductor de la Montaña Rusa, llamada allí Montaña Suiza, por aquello de la corrección política.

Este Pablo Manuel ha elegido el camino de la moción de censura para recuperar imagen. O en la audiencia televisiva o en el sector femenino de su tribu. Sabe que su plan carece de toda posibilidad de éxito. Y no se va a gastar. Va a convencer a un tonto de su entorno para que haga el ridículo. De ahí mi propuesta. Que me mocione a mí, asegurándole que ridículo, lo que se dice ridículo, no voy a hacer. Tengo sobrada experiencia como conferenciante. He hablado en público en todas las capitales de España y ciudades principales. He conferenciado en Buenos Aires, México, Roma, Londres, Nueva York y Boston. Siempre he salido a hombros. Voy a perder, pero no aburriré a nadie. Me falta la condición de diputado, que no tengo. Tampoco la tiene su general particular, ni Baltasar Garzón, ni Jorge Verstrynge. Me he informado y no es requisito imprescindible. Téngalo en cuenta Pablo Manuel. Me emociono, me menciono, me promociono y me mociono.

Después de la derrota desaparezco. Aquí paz y después gloria. Y le dejaré tranquilo con sus chicas hasta que caiga Maduro. Que será muy pronto y él irá detrás. Tendrá el tiempo suficiente para intentar superar a Fermintxo Urgullmendi, que le daba cien vueltas.

Importante moción de censura.