Julián Cabrera

Menos Chamberlain y más Churchill

La Razón
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La idea reflejada en enunciados como «Nuestros valores democráticos son más fuertes que el terrorismo» resurge de manera casi automática tras producirse un atentado terrorista. De hecho subyacía tanto en el discurso político como entre los cientos de miles de ciudadanos de buena fe que inundaron este sábado el centro de Barcelona. Encomiable, siempre que no dejemos de reparar en algún no tan pequeño detalle como es el hecho de que los asesinos de inocentes que llevan demasiado tiempo sembrando el pánico en occidente en nombre de su «Yihad», también están convencidos, y además con la carga añadida del fanatismo de que son sus valores y no los nuestros los investidos de razón, a lo que se añade que les trae al pairo todo el elenco de vigilias, ramos de flores, velas, abrazos y marchas multitudinarias de gente de bien.

Seamos claros, lo que realmente preocupa a los terroristas que veían la manifestación por TV desde sus guaridas en Siria, en Pakistán o en su primera avanzadilla de muerte en París, Londres o Barcelona, no es esa autoafirmacion de valores, sino la capacidad de nuestras fuerzas de seguridad para hacerles frente y sobre todo la determinación real de los políticos de una Europa abotargada en su estado del bienestar, sus garantismos y su pánico a lo políticamente incorrecto. Eso es todo, salvo que pretendamos por ejemplo obviar a estas alturas, que para frenar hace siglos al islam en occidente no bastó con la superioridad de razones e ideales del mundo cristiano y de su Dios, sino con una bien forjada espada acompañando a la cruz, o simplemente olvidemos que el robustecimiento del nazismo fue tan proporcional a las políticas candorosas de los Chamberlain como la determinación y realismo de los Churchill lo fue para hacer frente y acabar con el monstruo.

Y vuelve con esto a colación lo visto y oído en una manifestación del sábado en Barcelona donde, certificado el rechazo de una cívica y pacífica mayoría ciudadana al terror, queda mucho más abierto en canal el interrogante a propósito de que no sólo estamos siendo más Chamberlain que Churchill, sino que, además, en una demostración de oportunismo cortoplacista y de miserable raquitismo político, se antepongan estrategias como la marcada por los defensores del proceso independentista a lo que debe ser el rechazo total y absoluto, sobre todo unitario, a una amenaza que, por si quienes se envuelven en la estelada aún no se han enterado, tiene a Barcelona como objetivo prioritario a castigar. Esta amenaza real, grave y terrible es lo que debería ocupar a quienes sin embargo parecían más interesados en deslizar el protagonismo de esteladas tras las figuras del rey y el presidente del gobierno en la manifestación, hechos que junto a otros y silbidos aparte al jefe del estado, estarán siendo objeto de reflexión en un gobierno de la nación que volvió a comprobar, por si quedaban dudas, cómo se las gastan los aparatos de propaganda del separatismo catalán. Seguro que Rajoy ya sabe que frente a ellos, de poco sirven los Chamberlain en Madrid.