Elecciones en Francia

Mesdames et Messieurs

La Razón
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No tenemos medida. Justo antes de que comenzase el recuento todo eran gestos compungidos y una vez concluido, como si la victoria por los pelos del centrista Macron fuera el ungüento amarillo, todo son caras de felicidad.

Las bolsas suben como cohetes, incluido nuestro Ibex 35, las primas bajan y el personal, siempre corto de memoria, vuelve confiado a la rutina.

Alivia pensar que las cosas podían haber sido mucho peores. Habría bastado que la pareja de baile para la segunda vuelta hubiera sido Mélenchon-Marine Le Pen, para que a estas horas los mercados estuvieran a la baja, el euro por los suelos y las alarmas silbando en las oficinas de la UE. No ha sido así, porque al amigo de Pablo Iglesias se le vio demasiado el plumero chavista en la fase final de la campaña y ahora, señoras y señores, lo que toca es volver a las urnas el próximo 7 de mayo. Tal como se perfilan las cosas, lo más probable es que Macron se imponga con claridad, pero sería insensato no reflexionar sobre lo ocurrido y seguir como si no hubiera pasado nada. Cabe la remota posibilidad de que dentro de un par de meses, cuando se celebren otra vez elecciones legislativas, los franceses confíen de nuevo en los partidos tradicionales, pero a la vista de lo ocurrido este fin de semana, no parece probable. Los socialistas, que son todavía mayoría en la Asamblea y tienen al incoloro Hollande en el Elíseo mejorarán sin duda su humillante 6%, pero difícilmente volverán a ser la fuerza hegemónica en la izquierda, donde camparán a sus anchas durante una temporada los sectarios, iluminados y admiradores de Lula da Silva y Hugo Chávez. Los republicanos de Fillon, a pesar de no haber sufrido un descalabro de la magnitud del socialista, tampoco lo tienen fácil. Para empezar y debido a la proclividad del ser humano a subirse al carro del vencedor, se van a encontrar en su flanco izquierdo con el «En marche!» de Macron, metamorfoseado en un pis-pas de movimiento cajón de sastre a partido político con todas las de la ley, incluido un montón de diputados. Tienen complicado de salida acertar con un líder capaz de tirar con fuerza del carro y sobre todo, articular un discurso para competir con el Frente Nacional. Lo que lidera Marine Le Pen, aunque desde aquí se simplifica con la etiqueta de «ultraderecha», es mucho más que eso y no parece condenado a desaparecer, ni da la impresión de haber tocado techo.