Julián Redondo

Modo apisonadora

Espoleado, quizá, por los dos tantos de Messi en Córdoba, o porque en su caso el accidente es no marcar en un partido, Cristiano acertó tres veces en el Sánchez Pizjuán, derrotó al invencible Sevilla en un encuentro vibrante y permite que el Madrid sueñe con la Liga que el Barça sigue acariciando. Agostado el planteamiento y deshecho el nudo, el desenlace de la temporada apenas deja espacio a la imaginación. El suspense va por barrios y el Barcelona no contribuye a mantenerlo porque juega en modo apisonadora. Golea con una facilidad que abochorna, e irradia tal felicidad que admite gestos excepcionales: Messi adelantaba temporalmente a Cristiano en la clasificación del pichichi, disponía del lanzamiento de un penalti para aumentar la cuota y cedió el honor a Neymar, el único miembro de la cofradía del tridente que no se había estrenado en El Arcángel. Messi suma medio centenar de goles, 40 en Liga, y aún faltan los exámenes finales. Resplandece, comparte y evita que Neymar se amustie, ahora que Luis Enrique ya no lo cambia.

Si los partidos del Barça son un recuento de ocasiones –a su favor–, la cosecha del Atlético es una sucesión de fallos en la entrega y de controles errados. Amparado en su colosal sistema defensivo, al pasar al ataque se le ven las costuras, como si le faltara práctica. Y cuando después de muchos intentos logra trenzar una jugada, Latre, imitador de árbitro, escamotea un penalti a Torres e invalida sendos goles de Griezmann y Tiago por fueras de juego que no son. Como si tuviera que purgar Simeone por alinear a Raúl García, compendio de voluntad, comedia y lucha estéril que de cuando en cuando se adorna con algún tanto sorprendente. Contra el Athletic, ni eso. Y así, del 2-0 al 0-0 final. O sea, complicaciones.