Alfonso Merlos

Movilización inmoral

La Razón
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No es sátira, ni política. No es teatro, ni una torpeza. Es una ofensa, una humillación y un insulto. Y, sin embargo, era enteramente previsible la reacción abyecta, la movilización inmoral de un buen puñado de efebos podemitas y de alguna de las hembras–alfa del tinglado antisistema en defensa de los titiritarras.

No han tenido bastante con arrojar de nuevo basura sobre la imagen de Madrid, con ensuciar las instituciones de la capital, con cruzar líneas rojas que no llevan simplemente a batir la plusmarca de lo improcedente y lo ridículo. Se han apresurado a abrir el paraguas para proteger a estos payasos que coquetean con el delito. Sin asumir la más mínima responsabilidad política. Al contrario. Demostrando quizá de forma en extremo preocupante que quienes han sido detenidos y algunos de los neocomunistas que ocupan cargos públicos son tal para cual.

Es inexplicable que los amigos del odio, los partidarios de extender la libertad de expresión cobijando a quienes simulan el ahorcamiento de banqueros y jueces, sigan disponiendo de patente de corso para una parte de la población. No sólo están fuera del terreno de juego de la educación, el respeto y el fomento de la sana convivencia entre ciudadanos. Están instalados de lleno en el área del gamberrismo puro y duro. Desde el mismo instante en que respaldan a esta chusma que disfruta ante niños simulando el apuñalamiento de monjas.

Podemos y lo que de forma cursi denomina Iglesias «las confluencias» están quedando retratados. Por unas opiniones que no pueden tener sitio sino en una chatarrería de ideas, en un estercolero de ideologías. Su fanatismo es atroz. Su insensibilidad es interplanetaria. Algunas de las justificaciones a los vivas a ETA son, sencillamente, pura bazofia.