Rosetta Forner

Muchas pistas, poco rastro

La Razón
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Cinco meses ya, y seguimos sin saber nada de Diana. Es tan grande el mundo, es tan fácil hacer desaparecer a alguien y tan inmensa la angustia de los familiares, que cualquier pista sirve para encender la llama de la esperanza. Puede que se largase de casa –supimos del conflictivo post divorcio de los padres–, que la secuestrasen, o que esté muerta y tan lejos que nunca la encuentren. Si logran desbloquear el móvil, tal vez hallen información que sirva para averiguar dónde o con quién podría estar. Muchas personas desaparecen cada día en el mundo sin dejar rastro, como si se desvaneciesen en el aire, a veces, es casi literal. Si tomamos el posible secuestro como hilo conductor, una de las preguntas que me surgen es: ¿por qué ella? Y ¿cómo es que no ha sido uno al uso en el que se pide dinero a la familia? El móvil fue tirado a la ría de Arousa, ¿para qué lo tiraron ahí y no en otro sitio? Siendo un sitio de mariscadores era factible que fuese encontrado. Quizá los que la secuestraran no fueran profesionales o que se dedicaran a la trata de mujeres y por eso optaran por el silencio... Otra pregunta: ¿hay algún otro caso similar al de Diana en España o en países de alrededor? Por aquello de trazar un perfil. Los padres de Diana, independientemente de la relación entre ambos, cada uno de ellos, a su manera, llevará como puede la desaparición de su hija. En casos como estos la esperanza es mandamiento de obligado cumplimiento. Quizá nunca más aparezca, o puede que lo haga mañana... Con el tiempo, su ausencia llegará a formar parte del paisaje, de uno ciertamente tenebroso para las personas que la aman y que no renuncian a verla de nuevo. La desaparición de una hija debe ser peor que su muerte cierta, y seguro que cambia los parámetros de fe en la vida. Quizá sólo Dios tenga pistas ciertas sobre Diana.