César Vidal

Muy bien, Patricia

La Razón
La RazónLa Razón

Querida Patricia: No tengo el placer de conocerla en persona, pero hasta mi exilio transatlántico, ha llegado el comunicado que ha publicado usted sobre esa inmundicia moral conocida como lista de morosos de Hacienda. La práctica en cuestión es una coz contra la ley de protección de datos aunque ya imaginará usted que bastante le importa a Montoro que se ha ciscado en la constitución con su amnistía fiscal. Ese listado infama a gente, como usted, que ha pagado – hemos pagado– hasta el último céntimo de impuestos durante toda la vida. Al contar usted la verdad sin demagogia, estimada Patricia, ha puesto el dedo en la llaga. Aparte de aquellos quebrados que nunca podrán pagar lo que les exige Hacienda; aparte de aquellos cuya deuda ha prescrito, se encuentran los que, como usted, pagaron y son víctimas de un atropello que, hasta donde yo sé, sólo acontece en España. Después de verse desangrados año tras año por el asfixiante sistema impositivo vigente, un día aparece el funcionario de turno e inicia una inspección en la que interpreta la ley como le sale de la punta del cargo. En cualquier nación civilizada –en términos fiscales, España dejó de serlo hace mucho– esa discrepancia da inicio a una serie de procedimientos legales que permiten ver quién tiene razón y quién no. Usted sabe que en España, la Agencia tributaria levanta acta, exige el pago sin que el procedimiento judicial haya concluido y, acto seguido, embarga todo lo embargable aunque carezca de la menor razón. La víctima no podrá cobrar salario, honorarios, nada, mientras que, si pasa de cierta cantidad, además su nombre aparecerá en un listado para público escarnio de los que no saben o no quieren distinguir a un defraudador de uno que se defiende del abuso de Hacienda. Es muy posible que gane – la Agencia tributaria pierde más del 51por ciento de las causas en los tribunales– pero, al fin y a la postre, han arruinado su patrimonio, su libertad y su buena fama. Montoro no publicará la lista de treinta mil presuntos defraudadores a los que benefició con su amnistía fiscal o la de los que, a la vez, eran clientes de su despacho. Por eso, ha realizado usted un servicio social al contar su caso que es el de millares de víctimas. Gracias por su testimonio valiente. Quedo a sus pies.