Tribunales

Nagore

La Razón
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Una sociedad que presta más atención a los verdugos que a las víctimas adolece de cierta enfermedad. Por eso, este artículo está encabezado por el nombre de Nagore, no por el de José Diego Yllanes, condenado por asesinar en 2008 a Nagore Laffage, una joven estudiante de Enfermería, por negarse a tener relaciones sexuales con él. Ahora ha salido de prisión y ejerce –o ejercía– de psiquiatra en una clínica de Madrid. De psiquiatra, no de recepcionista, de contable o de abogado; ejerce de psiquiatra porque es su profesión. Dice su abogado que su defendido desempeña su oficio como un camionero que mata a su mujer vuelve a conducir un camión tras cumplir su pena. No tiene razón el abogado, no es lo mismo. A veces los abogados, como los jueces, sólo deberían hablar en una sala de juicio, donde las estrategias y las filigranas semánticas son consentidas. Hablar fuera del juzgado puede convertirse en sinónimo de vómito. Calificar a la sociedad de hipócrita como lo ha hecho, es más un insulto que una opinión, al menos en el caso de su defendido que tras asesinar a una mujer y pasar en prisión 8 años y 11 meses de los 12 años y medio a los que fue condenado, ha vuelto a esa sociedad. Eso sí que es ser hipócrita aunque vaya en la condición de todo abogado defensor. La soberbia no es grandeza sino hinchazón, y lo que está hinchado parece grande pero no está sano. Seguramente el abogado conozca las palabras de Agustín de Hipona. O seguramente, no. La reinserción es necesaria, sin ella no tendría sentido nuestro ordenamiento jurídico. Pero hay reinserciones y reinserciones, hay matices, hay detalles. Debe imperar el sentido común, de lo contrario, todo deja de tener sentido. Ni siquiera es por alarma social, es por sentido común. Que trabaje como psiquiatra después de asesinar e intentar descuartizar a Nagore, es como que un envenenador se reinserte trabajando de cocinero o un pederasta inicie su reinserción empleado en una guardería. El derecho a la reinserción sí; el derecho a cachondearse de la víctima y de su memoria, no. Puede sonar injusto, pero más injusto es que Nagore no pueda trabajar de enfermera porque fue asesinada a los 20 años.