El desafío independentista

Neuromarketing separatista

La Razón
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El neuromarketing es una disciplina que tiene como función investigar y estudiar procesos cerebrales en la toma de decisiones ante ciertos estímulos, analizando la construcción de una percepción política o comercial y que estimula el papel fundamental de las emociones y los mecanismos inconscientes del cerebro en la toma de decisiones. Pujol fue un precursor, pues supo aplicar las técnicas pertenecientes de la neurociencia al ámbito del marketing político, mediante una ingente inversión en publicidad y otras acciones de comunicación sobre el cerebro humano de los catalanes, con la voluntad de predecir la conducta de nuestros conciudadanos y construir el concepto de «la nació catalana», mediante los dos pilares fundamentales, la educación y los medios de comunicación. Las autoridades educativas catalanas renunciaron al deber de neutralidad política e ideológica de los centros públicos de enseñanza y no han velado nunca para que ese deber se extienda a los propios empleados públicos. Una reciente encuesta apuntaba que el 82% de los profesores de la enseñanza pública catalana votaba a partidos separatistas («Junts pel Si» o «CUP»), con lo que el control de los magísteres es absoluto para imponer la doctrina secesionista. Los catalanes hemos padecido la imposición de un sistema educativo monolingüe que excluye en la práctica el castellano como lengua vehicular de enseñanza. Jordi Pujol llegó al Govern convencido de la necesidad de crear un sistema comunicativo propio basado en medios autóctonos, arraigados en el territorio y que emitieran en catalán. Es así como se promovió la creación de medios públicos y privados, locales y nacionales, siendo para los separatistas la comunicación de masas una herramienta fundamental para el llamado «proceso de independencia». En ello centró todos los esfuerzos tanto políticos como económicos para construir un sistema mediático y asentó las bases de lo que hoy en día tenemos, centrados en la llamada «normalización lingüística» (es decir la expulsión del castellano) y complementado con los objetivos identitarios (el reforzamiento del sentimiento nacionalista), políticos (los medios como herramienta clave tanto para promover el nacionalismo como para ejercer el autogobierno), sociales (ayudar a la unanimidad social) y económicos (la industria audiovisual como factor de crecimiento y de modus vivendi para cientos de liberados convertidos en comisarios políticos al servicio de la causa nacionalista). Para ello se invirtieron cientos de millones de euros, miles de personas trabajando y se crearon unos «Think tanks» para cambiar el marco mental catalán, y de forma pacífica pero inexorable llevar a Catalunya hacia la independencia. Todas estas herramientas han sido capaces de modificar el «mainstream» catalán desde el nacionalismo moderado hasta la frontera del separatismo más radical. Es evidente que esta tarea la han realizado acompañados de un Gobierno de la Generalitat que ha permitido esta transición a base de millones de euros, unos medios de comunicación adeptos al régimen y la ausencia absoluta de un contrapoder intelectual en Catalunya capaz de enfrentarse al discurso único que abandonó el lenguaje racional y utiliza códigos simbólicos fáciles de entender («Espanya ens roba»). El neuromarketing separatista ha ganado con la creación de un perverso marco mental.