Alfonso Ussía

Niños pueblerinos

La Razón
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Los responsables de TV3 se están comportando como niños pueblerinos. Nada tengo contra los niños pueblerinos, que son tan listos, graciosos y ruidosos como los capitalinos y urbanitas. Pero el niño pueblerino que se encierra en su aldea, que se niega a mirar más allá del campanario de su parroquia, y que disfruta todo el año de las mismas sensaciones sin tener la menor curiosidad por conocer nuevas experiencias, es la clase de niños pueblerinos, de provincianillos paletos a los que me refiero. En TV3, han incluído a una nación que no existe y que no compite en los Juegos Olímpicos. Cuando finalizó el desfile inaugural de los Juegos Olímpicos de Río, el equipo de natación improvisó una versión más restringida y la abanderada voluntaria fue la catalana Mireia Belmonte. Y pocos minutos después de conseguir Mireia Belmonte la primera medalla para España, con el bronce olímpico al cuello, abrió los brazos y desplegó una bellísima Bandera española. Pero en TV3 se informó de la «primera medalla de Cataluña», y apareció su nombre junto a la Señera del Reino de Aragón, lo cual se agradeció con alegría en las provincias de Zaragoza, Huesca y Teruel. Sólo faltó el triángulo y la estrella de cinco puntas de la señera –ahora en minúscula–, cubana, que es la que priva en esa televisión pública. Y lo mismo sucedió con un ciclista, Purito Rodríguez, que quedó el quinto.

Mireia Belmonte, catalana de nacimiento y por ende, española de nacionalidad, jamás ha dejado dudas al respecto. Ella es española, compite por España, nada por España, se entrena por España y gana sus campeonatos y medallas para ella y para España. Pero los aldeanillos de TV3 no se han enterado todavía. Son Estados los que conforman los diferentes equipos olímpicos. Compite el Reino Unido, no Surrey, Alemania, no Baviera, Portugal, no el Algarve, Francia, no los Bajos Pirineos, y España, no Cataluña. Ni el separatista más tonto de Cataluña se deja engañar por el truquillo de estos impostores. De esa forma, si el equipo de baloncesto masculino consiguiera una medalla, ésta se dividiría en tres cuartas partes para el resto de España y un gajo para Cataluña. No es posible hallar más ridiculez provinciana.

Todos los deportistas y entrenadores del territorio autonómico de Cataluña que han acudido a los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro, lo han hecho como lo que son fundamentalmente. Españoles. Y han viajado voluntariamente, sabiendo a qué nación representan y por qué país compiten. Si todas las televisiones del mundo imitaran a los aldeanos de TV3, no habría mástiles en Brasil para mostrar tantas banderas, nacionales, territoriales y municipales. Así, el gran abanderado español o gran español abanderado, Rafael Nadal, de alcanzar el triunfo, podría exigir –que no se le ha pasado por la cabeza porque de idiota no tiene nada–, que a los sones del Himno de España, se izaran además de la Bandera Nacional, la de Mallorca y la de Manacor. Y con Garbiñe Muguruza, el lío padre. La de España, que es la nación que ha elegido como suya, la de Venezuela, donde nació, la «ikurriña» de las raíces paternas, la de Caracas, y la Señera del Reino Aragonés, el Principado de Cataluña y el Condado de Barcelona, que es donde vive habitualmente. Los brasileños se van a volver locos, o más locos aún, si ello es posible, y me refiero a la bendita locura de los pueblos alegres.

Estos berzotas de TV3 no sólo son unos impostores, manipuladores y farsantes. Son unos niños pueblerinos de la especie menos recomendable. ¡Qué descenso en el prestigio de quienes eran los más admirados de España! La prueba del principio de la enfermedad la protagonizó Carod Rovira cuando se inauguró, creo recordar, la flamante Torre Agbar, de Barcelona. Un edificio original y digno de la mejor metrópoli. Carod se dirigió a un aparejador y le preguntó por lo más importante en una construcción. –Los albañiles ¿se hablaban en catalán?–. Y el aparejador le respondió. –No, señor Carod, en español, por respeto a la mayoría–.

Sirve como ejemplo del aldeanismo que alcanza la condición de enfermedad incurable.

Si ellos son felices con estas mamarrachadas, adelante.