Iguadad de derechos

No es normal

La Razón
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Este 19 de noviembre pasó sin pena ni gloria el 84º aniversario de la aprobación del sufragio femenino en España. Sin embargo, ese momento, significó el inicio de la carrera de las mujeres por su empoderamiento social. No fue un camino de rosas, sino, muy al contrario, se trató de la historia de un grupo de mujeres que fueron estigmatizadas socialmente, perseguidas y encarceladas.

La exigencia del derecho de voto universal, que habría de incluir a las mujeres, no era nuevo ni local. El siglo XIX y los principios del XX ya habían sido testigos de la lucha sufragista en diversas partes del planeta.

En 1920, en EE UU, se aprobó una enmienda constitucional que otorgaba el voto a las mujeres, era el resultado de décadas de reivindicación. Ocho años después, el Parlamento británico aprobó que las mujeres votaran con las mismas condiciones que tenían los hombres.

Pero, también, fue el resultado de enfrentamientos y represiones. Contó con varios momentos de máxima tensión, como atentados terroristas o como la manifestación frente a la Cámara de los Comunes en 1910, que fue reprendida con violencia extrema por la policía, que seguía las órdenes de Winston Churchill.

En España hubo que esperar aún más, hasta 1933, para que, después de un enconado debate, las posiciones de Clara Campoamor lograran la victoria por 160 votos a favor, frente a 121 en contra.

La mayor parte de los votos, 83, procedían del Partido Socialista, a los que se sumaban los de los Agrarios, los de los Republicanos Conservadores y el resto, diputados de la derecha política. El Gobierno también se mostró dividido, sólo votaron a favor Alcalá Zamora, Fernando de los Ríos, Miguel Maura, Largo Caballero y Casares Quiroga.

La división no se produjo sólo entre diputados de un mismo partido, sino que también alcanzó a las propias mujeres. La mejor muestra de ello fue el enfrentamiento dialéctico entre Victoria Kent y Clara Campoamor, ambas de la misma formación política.

Las sufragistas luchaban contra «la normalidad», consistente en negar un derecho fundamental a todo un género. Romper con ello fue producto de la lucha de muchas mujeres.

En Hollywood han saltado a los medios de comunicación vejaciones, acosos y abusos, que han sido considerados durante décadas como parte de lo «normal» en las relaciones laborales o sociales.

El maltrato machista ha dejado de ser una de las prioridades de la agenda política, sin embargo no cesan las muertes ni el dolor. Sólo se presta atención al acoso y a la agresión cuando salta a los medios de comunicación un nuevo caso.

Pero dura poco, más bien lo que tarda en caducar la actualidad mediática, que pronto se sitúa en otros lugares, como en el ya manoseado asunto catalán. No hay nuevas medidas contra la violencia machista, no se dota económicamente para acabar con ello y, si no se hace nada diferente, ya se sabe que nada cambiará.

Una sociedad digna no puede validar como normal lo que no lo es. A veces, hace falta recordar lo duro que ha sido romper con las injusticias. Por eso, es necesario conmemorar los hitos de la historia de la libertad, como el del sufragio femenino.

Muchos españoles nacieron en un país en el que ser mujer era sinónimo de ser menos que ser hombre, era «lo normal». Hoy una mujer gana menos que un hombre por desempeñar el mismo trabajo, su presencia en los consejos de administración es minoritaria y la carga doméstica se les sigue atribuyendo en muchos ámbitos y sectores. Hagamos todos el esfuerzo para que la igualdad se convierta en la norma.