Elecciones en Reino Unido

No se fíe de un inglés abstemio

La Razón
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Gane quien gane las elecciones británicas, de lo que no hay duda es de que habrá vencido la peor de las opciones. Cuesta decantarse entre Mary Poppins y el deshollinador. Lo único que debe quedar indemne del sueño imperial de los hijos de la Gran Bretaña debe ser el té y el bolso de la Reina. Ya, más del siglo XXI, están el balconing, que es de suponer que aumente este verano si nos atenemos a la velocidad con la que se propaga en la isla de la pérfida Albión el virus idiotizante, y las quejas devenidas en fraude sobre las alertas alimenticias en los hoteles de Mallorca. De aquel país que antes se miraba con envidia, hoy se huye con vergüenza ajena. En Downing Street van a mandar los Roper. Mildred, triturada entre sus contradicciones, y el Sr. Corbin, qué quieren que les diga, no se fíen de un inglés que se declara abstemio y en algunas de sus intervenciones parece piripi. Esa izquierda «vintage» que va contra las «élites» y viaja en bicicleta parece sacada del Londres industrial de «Oliver Twist».

Hace años que James Bond desertó de los servicios secretos, que ahora son como de Mortadelo y Filemón, más graciosos, sí, pero menos efectivos, como si se hubieran equivocado de película y ahora estén en «Trainspotting», muy «cool» pero todos colocados, o en la última de la saga de «Torrente». «M», el jefe de la Inteligencia, ya no es una letra, sino un algoritmo o un número parecido al cero.

El Reino está cada vez menos unido, se pelean entre ellos a poco que se pongan un sombrero más alto en Ascot, y se enfrentan a Europa en el momento en el que más la necesitan. Y la vieja dama a la desaliñada meretriz. Si en algo hay que sentir empatía por ese gran país es que ha tenido la desgracia de encontrarse con unos asesinos. Y de eso aquí sabemos mucho, aunque parece que se nos empieza a olvidar. Érase una vez que los muertos caían por las calles de España como si fueran motas de polvo al trasluz del sol. Ahora, en el Soho, cuando alguien llama a la puerta a las siete de la mañana no tiene por qué ser el lechero, sino un yihadista que viene a rebanar el cuello a las viejecitas de vestidos estampados y a los jóvenes sodomitas de la City que pensaban que la tierra era plana y al final del camino estaba el éxito. Salgan corriendo. Todavía pueden. Y es que van a por ti. Eso es lo que tendrían que decir tanto May como Corbyn. Los británicos echarán de menos las tazas cursis, el papel pintado imposible y la moqueta con olor a pis de gato. Todo será un día pura nostalgia. Ese futuro con el que sueña la mitad de los que votaron a favor del Brexit es en realidad una pesadilla del que por ahora sólo conocemos los primeros capítulos, como en «Twin Peaks». El enano de la habitación claustrofóbica no es ya el que más miedo provoca. Diríase que con un poco de mano izquierda hasta llegaría a ser un aliado. El estado mental de la población mundial es el que merece un sondeo.