Fiesta del Orgullo Gay

Orgullo de Madrid

La Razón
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Nací isleña, como Camarón, y veinte años después Madrid alumbró mis días adultos de libertad verdadera y desde entonces me acoge en armonía. Aquí nació mi hijo y aquí disfruto del presente. Madrid, corazón abierto y, a la vez, arma de doble filo para el forastero que la descubre en soledad. Apenas dura el trance del desamparo por sus calles, siempre se nos abren puertas inesperadas de hospitalidad y oportunidades felices. Madrid, la otra madre mía, qué bonita eres. Desde tu valle miro al Sur con ansia y desde el Sur te echo de menos, humano inconformismo.

Madrid, a quién le importa lo que yo haga, lo que yo diga. Capital mundial del amor, qué orgullosa estoy de tu arcoiris tolerante. Abarcas todas las sensibilidades posibles y has vuelto a dar estos días una lección de civismo y apertura. Bravo por los miles de efectivos que han cuidado a las multitudes y alfombra roja para el colectivo LGTBI, que hace bien en luchar por sus derechos y subrayarlos con marchas festivas. Recuerda que la homosexualidad sigue estando castigada en 77 países y que, por aquí, persisten ramalazos de homofobia. Me alegró ver a todos los partidos representados en la manifestación del sábado. Significa que existe un entendimiento básico entre ellos, que no todo está perdido.

Se hicieron la foto del consenso en Madrid, ¿dónde si no? Rompeolas de todas las Españas. Así te percibió Machado, Antonio, y así quieres seguir mostrándote. La ausencia de nacionalismos cotiza al alza y tú lo sabes, gata vieja. Aquí nadie te da la lata con asuntos identitarios. En Cataluña, de un tiempo a esta parte, el nacionalismo quema los ánimos y el cerco al turismo agobiante les puede conducir hacia una senda equivocada. Puigdemont no puede cuajar tratando con desprecio o ignorando a la mitad de la población que él mismo preside. Del personaje, me interesa sobre todo su peinado. Antes, a un niño se le cortaba el pelo a la taza o a lo paje. Ahora, en las peluquerías catalanas, madrileñas o de Albacete te preguntan por el corte Puigdemont, doy fe. Lo demás en él me resulta bastante cansino.

¿Será que a este hombre le falta vivir una temporadita en la capital del Estado español? Madrid le conduciría, melena al viento, al cielo y al infierno, al fuego abrasador de agosto, a la nieve heladora. A la vida, con todas sus banderas.