Historia

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Otra bagatela

La Razón
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En estos meses de frivolidades en los que votamos tan intensamente nos embroman también con el callejero de Madrid, bagatela del asedio. Excepto por la Barceloneta, la Ciudad Condal vivía de espaldas al Mediterráneo hasta que su alcalde Maragall, con ocasión de unas olimpíadas, quitó la venda abriéndola al mar. Tal como Buenos Aires que daba la espalda al río de La Plata, y el intendente Macri construyó Puerto Madero, «city» de negocios, ocio y residencial, mostrando a los porteños el gigante fluvial que corría detrás de la Casa Rosada. El hoy presidente tenía que bautizar el nuevo callejero, y no se sabe si por influencia del inexistente feminismo argentino, optó por las «minas», dedicando todas las calles a mujeres que hubieran hecho algo por aquella sociedad austral. Confieso que peripatear entre las cuadras de Puerto Madero provoca cierta amable presión de género, pero fue una excelente idea que supera las ocurrencias de la Alcaldía de Madrid. Esta memoria histórica heredada de ZP produce desmemoria, cree en la demonología persa de Ormuz y Ariman, y cosifica en Bien y en Mal nuestra horrorosa última guerra civil sin haber estudiado ni a los hispanistas que la historiaron. Cabe dudar que haya muchos jóvenes que sepan quién fue el teniente general Varela y menos conocedores del coronel Vicente Rojo, aunque ambos chocaron sus fuerzas en el cerco capitalino, y da lo mismo la dirección de las cartas que ya no se escriben. Los bochornosos errores en que va precipitándose el nuevo callejero son indignos de Paquita Sauquillo, a la que han endosado una encerrona, y se hubieran suplido con números, como tanta calle estadounidense, o con la feminización barrial de la vieja Santa María del Buen Ayre. Las zapateriles excavaciones en las cunetas y las bardas de los cementerios buscando huesas revela necrofilia y pereza ante el estudio, sustituido por la asunción de afiches de todas las propagandas. Ya decía Azaña que la mejor manera de guardar un secreto en España era escribirlo en un libro. Nuestra guerra civil fue uno de los sucesos más abominables sólo tras la Guerra de Secesión. La II República fue subvertida por Sanjurjo en el 32, por el PSOE en el 34 y por la mitad del Ejército en el 36. La tricolor tenía más agujeros que la bandera de Nápoles y su drama hay que analizarlo con más seriedad que el que estamos dando al carrusel de las elecciones.