Energía eléctrica

¿Otro rejonazo eléctrico?

La Razón
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El precio de la electricidad, como el de cualquier otro bien, depende de su oferta y de su demanda. Si la demanda se incrementa, y en consecuencia hemos de utilizar tecnologías progresivamente peores para aumentar la oferta, los precios subirán (pues nos saldrá cada vez más costoso fabricar unidades adicionales de ese bien). En el mercado eléctrico, la demanda es normalmente abastecida mediante centrales que, como la nuclear, la hidroeléctrica, la eólica o la fotovoltaica son capaces de suministrar los megavatios-hora a un coste variable bastante reducido: es decir, construir este tipo de centrales requiere de una inversión inicial muy grande pero, una vez erigidas, son capaces de generar electricidad a un coste moderado. El problema viene cuando la oferta regular de estas centrales se reduce súbitamente o cuando la demanda final de electricidad aumenta de manera anormal. En estos casos, para generar más electricidad, hace falta poner en marcha centrales de carbón y de gas, las cuales la producen a un coste variable medio-alto.

Es cuando este tipo de centrales de respaldo–fáciles de apagar o de encender, según fluctúe la demanda– entran en funcionamiento cuando el precio del megavatio-hora en nuestra factura eléctrica se encarece. Dado que hace falta incrementar la generación de megavatios-hora y dado que sólo pueden generarse mediante estas tecnologías con altos costes variables, la factura de la luz se encarece.

¿Y cuándo suele dispararse la demanda y contraerse la oferta de aquellas centrales que habitualmente nutren de megavatios-hora baratos a las familias y empresas españolas? La demanda tiende a aumentar durante los meses de invierno, debido fundamentalmente a las menores horas de sol, así como a las bajas temperaturas. Las fluctuaciones de la oferta no son tan cíclicas, aunque las menores horas de sol también influyen en la menor generación fotovoltaica. Si, además, los meses de invierno coinciden con una época de pocas lluvias y viento, entonces nos encontramos con la tormenta perfecta para que la factura de la luz se encarezca.

Ya sucedió el mes de enero de este año y puede volver a ocurrir durante los próximos meses. Desgraciadamente, no existen soluciones mágicas en el corto plazo para frenar una potencial escalada: como mucho, reducir los impuestos que pesan sobre la electricidad (que representan algo más del 20% del coste total) para así amortiguar el golpe. Pero no hay mucho más que hacer.

En el largo plazo, eso sí, deberíamos liberalizar de una vez por todas el mercado eléctrico para que de este modo las inversiones en nuevas centrales no estén teledirigidas por intereses políticos sino que respondan a al interés del consumidor, esto es, al interés de disfrutar de un suministro eléctrico fiable, barato y limpio.