Ángela Vallvey

¡P*T*!

La Razón
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Estoy harta de este insulto, que se oye mucho últimamente, que incluso se ha hecho consigna de algunas manifestaciones: «¡¡Hijo de p*t*...!!» (Pongo asterisco, como Lisa Simpson, por vergüenza de escribir la palabra). Y no me vale que arguyan que, para compensar, también tenemos la «alborozada» expresión «¡de p*t* madre!». En ambos casos aparece la prostituta, como ofensa u objeto de soez diversión. En uno y otro, objetivo de burla. Ni siquiera sé cómo las mujeres somos capaces de usar esa exclamación. Gritar «¡hijo de fulana!» es un improperio muy poco adecuado, detestable hasta para tirárselo a la cara al peor de los enemigos. ¿Qué tiene que ver la madre de nadie en eso? ¿Por qué mentar a la madre de alguien en una disputa que no le va ni le viene a la señora? ¡Como si las madres tuvieran la culpa de todo! No la tienen, por mucho que dijera Freud. Vale. Bueno. Es posible que haya por ahí alguna mala madre. Más de una. Millones de ellas. Cientos de millones... Puede. Pero aun así. ¿Por qué la madre se encuentra en el centro del reproche, de la maldad, de la ferocidad con que atacamos o evaluamos al adversario? ¿Y por qué no el padre? Bien, que nadie me reproche que ésta es la típica queja contra el heteropatriarcado y toda la pesca. Aunque lo fuera, hay cosas que son razonables, decentes, lógicas. Por ejemplo, que las madres no merecen llevarse la mayor parte de cualquier descalificación que hagamos contra sus hijos. Aunque solo sea por respeto a nuestra propia madre, porque todos somos hijos de una. Por consideración a la cada vez más dura ocupación de madre. ¿Por qué usamos a las madres para pergeñar el mayor insulto de que han sido capaces las lenguas humanas? Porque, lo de «hijo de p*t*», es un clásico que se puede encontrar en múltiples lenguas: motherfucker, son of a bitch (inglés), mamafucker (malgache)... En francés, «fils de pute»... La expresión contiene dos ataques misóginos contra la mujer: como madre y como prostituta, a pesar de que la injuria vaya dirigida, la mayoría de las veces, contra un hombre, pues es menos habitual decir «hija de p*t*». Y es que a las «hijas» no hace falta recordarles a sus madres: se las llama prostitutas directamente, y asunto resuelto. No me digan que el tema no es significativo. De algo.