Ángela Vallvey

Paraíso

La Razón
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Los tiempos, la nueva mentalidad tecnológica, el cambio de paradigma..., están creando un colmado de horrores (diría Voltaire). Pero de horrores morales. Al medir la dimensión del crimen, ya no vale la tasación clásica. El crimen actual más insano, el vicio más atroz e insolidario, del que nadie se exime ni redime, y detestan la plutocracia y «el pueblo» afanoso de empoderarse, es el delito económico. Por comparación, se diría que las infracciones monetarias son menos reprobables legal y socialmente que los asesinatos, parricidios, uxoricidios, violaciones, homicidios... Según el estilo de antaño, cometer un delito de sangre es un hecho incomparablemente más atroz que intentar pagar los menos impuestos posibles. Pero no. La comparación es la base de una buena parte del conocimiento humano. Si comparamos los actos salvajes y repugnantes de un asesino convicto y confeso con los de Fulánez, artista retirado que hace años que vive en un país que no es el suyo de nacimiento, y tiene cuenta abierta, o cerrada, en las Islas Vírgenes, tenderíamos a pensar que éste último, Fulánez, merece menos reproche moral y, en concreto, menos pena de cárcel y menos oprobio público. Pero no. Pues a Fulánez se le persigue mediante «investigaciones periodísticas internacionales», o sea: lo que viene a ser un «soplo» convertido en noticias sensacionalistas que se pueden estirar durante meses. Se le incluye en «listas» de réprobos, protervos y descomulgados del bien social. Se le margina y acusa (sin juicio previo). Se le condena y convierte en denigrado del populismo económico reinante. Mientras, el asesino despiadado es digno de comprensión, de redención y remisión, de defensa y protección de sus derechos, incluso cuando sale (antes que Fulánez) de la cárcel, y reincide en sus escabechinas... No seré yo quien defienda a los ricachones con sus paraísos fiscales, pues disponen de bastante dinerito suelto para pagarse un abogado no de oficio... pero, comparando crímenes, no dejo de sentir una profunda repugnancia filosófica por la escala de valores de zafio materialismo que empieza a cundir, por diversos motivos, y a establecerse como ética imperante, intransigente: ésa que sentencia que el dinero es lo único, que todo lo demás no importa. Degollar a la esposa y los hijos se equipara en años de cárcel con el cobro de unas comisiones ilegales, y matar a palos a dos ancianos para robarles unos euros es igual a tener una cuenta en suiza. (Qué tiempos, oiga).