Elecciones andaluzas

«Pedro y Susana se declaran incompatibles»

La Razón
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Los meses pasan y el cesto de los hechos continúa demasiado vacío. Tanto que Susana Díaz mantiene su desconfianza en Pedro Sánchez. La actitud de la presidenta de la Junta de Andalucía ha pasado de la decepción a la inquietud, y de ahí al escepticismo. Por eso mismo, sus huestes abandonaron el primer Comité Federal de la nueva era, el del espaldarazo, celebrado el pasado once de noviembre en Alcalá de Henares (Madrid), que estaba destinado a pasar página de enfrentamientos, tensiones internas y zancadillas. Y se fueron renegando del secretario general. Los postureos mirando a cámara, las sonrisas televisadas, las melosas gestualidades no tenían detrás entusiasmo alguno. Hacia fuera, compostura. De puertas adentro, desconfianza. Pura descripción.

A saber: Díaz no se fía de Sánchez y los próximos a la baronesa andaluza censuran abiertamente «los bandazos» y «los volantazos» que, a sus ojos, ha dado el secretario general en su última versión política. Esto es: evita desde hace semanas la reivindicación de la España plurinacional, que ya parece que tampoco figura entre sus prioridades con vistas a la pretendida reforma de la Constitución que sueña que, esta vez sí, acabe abriéndose camino en el Congreso de los Diputados. En la dirección del PSOE-A son explícitos al exhibir su distanciamiento de Sánchez y hasta argumentan abiertamente que «no tiene claro el modelo territorial del país». Aún mantienen fresco en la memoria su reconocimiento de España como «nación de naciones» en las pasadas primarias o su podemización, alejándose del tradicional ideario de centroizquierda que asumieron las siglas desde la Transición. «Él mismo –señalan algunos susanistas–, que regresó a la primera línea a lomos del «no es no» a Rajoy, ha recuperado la interlocución con el presidente del Gobierno, tejiendo incluso una relación de confianza».

Los entornos de Sánchez y de Díaz consideran que los problemas de partido tienen solución, aunque a veces sea difícil. Pero los personales, en cambio, resultan insalvables. De hecho, entre altos cargos se extiende el temor de que los niveles de compostura entre ellos sigan debilitándose a medio plazo. «Pedro y Susana se declaran incompatibles», lo que preocupa a muchos en la formación. Porque «hay pocas dudas de que los dos se necesitan y el PSOE necesita a ambos», defiende algún dirigente deseoso de que «aparquen diferencias» y «remen juntos» para ganar las futuras citas con las urnas. Los torpedos a las líneas de flotación son de ida y vuelta. «Susana ganará las autonómicas y Pedro perderá las generales», susurran los susanistas. «El triunfo en Andalucía al frente del PSOE está en manos de cualquiera», replican los sanchistas. Diálogo para quienes no quieren escuchar. Sin embargo, lo que tiene poca discusión es que el futuro del secretario general y de la presidenta andaluza dependerá de su facturación electoral.

Hasta entonces, cada cual reforzará sus estrategias. Díaz, replegada en su cuartel de invierno, sobrevivirá centrándose en su gestión, midiendo todas y cada una de sus visitas a Madrid y a otras regiones pero sin perder en ningún momento el foco del debate territorial. Eso lo tienen muy claro en el Palacio de San Telmo. Sánchez, en cambio, dispuesto a retomar el perfil de oposición y sacando a su núcleo duro de Ferraz para acercarlo a los territorios –pisar Andalucía se hará cuesta arriba– a difundir su programa post 155. El secretario general del PSOE va a enarbolar un plan de choque social con medidas de carácter económico e incorporará una ley de eutanasia que los socialistas ya pactaron con IU y que llevarán al Congreso a principios del próximo año para enseñarle los dientes a Pablo Iglesias, comprometiéndose, al mismo tiempo, a buscar «la unión de las izquierdas». Sánchez promete lanzarse a la búsqueda de cualquier que le acerque a La Moncloa. Eso sí, con tiempo. Nada de prisas. De ahí que estos últimos días provocase una marejada interna la aprobación vía exprés, con los votos de la bancada socialista, del cupo vasco, sin buscar siquiera meter más presión a Rajoy con la reforma de la financiación autonómica. Entre bambalinas, el entorno de la lideresa andaluza piensa que su secretario general estaba priorizando la vuelta del PNV al camino del apoyo a los Presupuestos Generales del Estado de 2018, porque, de lo contrario, todas las miradas se posarían de nuevo en Sánchez para evitar un adelanto electoral que él mismo no desea. Una ronda de llamadas a sus barones con el compromiso de hacer suyas sus reivindicaciones calmó las aguas. Por ahora, permite a la dirección federal sostener que el partido «está cohesionado» como nunca lo estuvo en los últimos años.