Martín Prieto

Peor imposible

Sabíamos que Susana Díaz era «hija» de Griñán y «nieta» de Chaves, pero generosamente no la pedimos credenciales cuando emergió como figura nacional. Se la recibió con benevolencia extrapartidaria y hasta entusiasmo. Aparecía como la joven vecina del quinto, sanota, sencilla, franca, trabajadora, sin creerse más que nadie y apropiada para presidir la siempre conflictiva comunidad de propietarios. La erigimos en alternativa a un Pedro Sánchez recién proyectado al liderazgo como si no fuera bastante enderezar una Junta de Andalucía enfangada desde hace treinta años en la mayor corrupción institucional dada en España desde el siglo XVI. Juana de Arco de la limpieza política, sus discursos agradaban aunque leyéndolos resultaban deshuesados e inconcretos, como el que pronunció el lunes para pedir su investidura recortando y pegando propuestas hasta del PP. El caballo blanco dio un extraño paso de principiante cuando sin acercarse al ecuador de su legislatura ni materializar alguna de sus buenas intenciones pisó el charco de unas elecciones anticipadas arguyendo que no podía gobernar con el sostén de los minúsculos y mansuetos comunistas. Nadie creyó que IU la pusiera palos en las ruedas pero los biempensantes supusimos que Susana necesitaba política y psicológicamente batirse por primera vez en unas elecciones formales. Debió olvidársele a nuestra doña que salvo catástrofe inminente (Calvo Sotelo) sólo se anticipan los comicios para ganarlos de sobrado. Votar no duele pero la vecinita del 5º se ha mudado al chiscón del portero perdiendo sufragios, escaños, popularidad, crédito y organizando una zarabanda tetrapartidaria de la que saldrá electa entre abstenciones y rehén de condicionantes. Ella sola se ha puesto plomo en las alas y dejado imposible su camino a la calle de Ferraz. Probablemente será investida porque nadie quiere repetir las elecciones, pero se disipó el mito de esta funcionaria sobrevaluada metida en un jardín y cocinando un mal gazpacho. A los partidos les sigue fallando el departamento de recursos humanos y, de nuevo, se sustituyó el análisis por la improvisación.