Restringido

Polisémica política

La Razón
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Si no fuera porque de vez en cuando los políticos profesionales se adentran en confusas aguas semánticas, la política en tiempo de elecciones sería muy aburrida. Conecta uno la radio y oye a un periodista que descarga preguntas sobre un político que nunca contesta a lo que se le plantea. Simplemente coloca su mensaje como si eso fuera lo que nos interesara.

Recuerdo que, en cierta ocasión en la que yo ejercía de político aficionado, acudí a un debate con candidatos de otros partidos. Al tocarme el turno hablé del tema propuesto, que había preparado con pulcritud académica. Una ingenuidad la mía, porque los otros, que tenían su cámara de televisión delante, soltaron sus respectivas frases del día que nada tenían que ver con el asunto que nos convocaba.

Pero a veces los políticos la lían. Esta semana, sin ir más lejos, el secretario general del PSOE, Pedro Sánchez –que en esto ejerce de discípulo de Iceta–, dijo eso de que la nación es un concepto polisémico. No añadió mucho más, pero dejó en el ambiente que hasta lo de los secesionistas catalanes puede ser aceptable dependiendo de cómo lo entendamos. Claro que, un par de días después, la presidenta del PP en el País Vasco le sobrepasó con creces al afirmar que condenar (a ETA) es lo mismo que deslegitimar (el terrorismo) y que, por eso, se conforma con que los bildutarras abominen de la violencia. O sea, si todo significa lo mismo, para qué nos vamos a molestar con exigencias democráticas hacia los rivales (no los enemigos) políticos.

En esto de la polisemia no hay nada mejor que el cupo vasco, al que yo suelo llamar pufo vasco para describirlo con precisión. Como los de Ciudadanos andan con la mosca detrás de la oreja con eso del cupo, en Génova han dado orden para que el PP haga una defensa cerrada del statu quo, mientras que en el PSOE se han enzarzado con el significado del concepto de marras. Susana Díaz, desde su atalaya andaluza, lo ha identificado con una situación de privilegio –y no va mal encaminada porque vascos y navarros reciben con el cupo una financiación autonómica por habitante que es el doble de la de los demás españoles–, mientras que Ximo Puig, que es más moderado, sentado en su poltrona valenciana ha reclamado igualdad –en esa financiación, se entiende–, aunque aceptando el sistema de concierto económico. Pero lo mejor viene de Idoia Mendía, que ejerce de secretaria general del PSE y que ha terciado en el tema señalando que «los andaluces y los vascos no entienden el cupo porque es un tema muy complejo». Esto sí que es el colmo de la polisemia, porque ya no se trata de significar sino de entender; o sea, como no se entiende, dejémoslo estar.

Mi colega y amigo Pedro Fraile, en una tertulia de la COPE, tuvo el otro día el hallazgo de designar a los oficiantes de todo este guirigay como el «Frente Polisémico». Alabémosle su ingenio porque la polisemia hace divertida la política.