El desafío independentista

Políticos pirómanos

La Razón
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Existen políticos de todas las variedades pero, de entre todos, el pirómano despunta por dañino. Mira lo que pasa en Cataluña. En menos de un mes un grupo de ellos han arrasado, a su paso, paisajes de concordia y seny. Han volado puentes básicos de convivencia, han dinamitado la paz cotidiana, han provocado el éxodo de más de mil empresas –y las que quedan–, además de la creciente desconfianza de los inversores, las dudas al alza del sector turístico, la congelación alarmante de los créditos. Han logrado inquietar a la población, afín o no a sus ideas. ¿Cómo han podido estos representantes del pueblo catalán anteponer, hasta un punto inaudito, sus sentimientos a la reflexión? ¿En qué momento perdieron el raciocinio y mutaron en tergiversadores de conceptos y realidades? Todo lo han calcinado por culpa de su nacionalismo ciego, cuyo enemigo único es España. Y luego, incendiarios, han exportado magistralmente informaciones falsas a las redes sociales, han propagado rápido el fuego, hasta el punto de confundir al más versado ahí fuera. Ya lo escribió Mark Twain: es más fácil engañar a la gente que convencerla de que han sido engañados. Y eso es exactamente lo que está ocurriendo con la posverdad que han sembrado y, en el otro lado, con la verdad que intentan explicar, sin demasiado éxito, los políticos constitucionalistas. Desde que tengo memoria, Cataluña me ha parecido la tierra española más vanguardista, culta y cosmopolita. ¿Qué habéis hecho con vuestro propio hogar, políticos pirómanos? ¿Qué pensarán todos esos niños que ahora vemos en las manifestaciones, levantando esteladas, a hombros de sus padres, cuando dentro de diez años les cueste infinitamente más encontrar trabajo que al resto de sus vecinos? ¿Cómo digerirán el error de sus progenitores? ¿En qué clima de adoctrinamiento mediático y cultural crecerán? ¿Quiénes les convencieron de que el Estado español les roba y es el culpable de sus males? ¿Qué sentirá el independentista al escuchar a los líderes europeos, alertándoles del nacionalismo? El viernes pasado, sin ir más lejos, lo remarcaron en Oviedo Tajani, Tusk y Juncker. Qué tristeza ver activado el artículo 155, constatar el fracaso del diálogo y de la mano tendida. Los catalanes no se lo merecen, Puigdemont. No es justo, Junqueras. ¿No os avergüenza, Forcadell, este incendio que habéis causado? Al final, como bien explica Isabel Coixet, el negocio psiquiátrico será el único que se quede y salga ganando en Cataluña.