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Porfirio Díaz y el Congreso del PSM

La Razón
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La decisión de devolver la democracia a los militantes del Partido Socialista en Madrid es una gran noticia que me reconcilia con la política y con la esperanza de construir una región justa. Conozco bien a mis compañeros de partido, la entrega y las muchas horas de trabajo que dedican a los demás. Gente que, desde el pueblo más pequeño hasta el barrio más difícil, defienden sus símbolos y su organización. Personas que no ocupan cargos públicos, tampoco dentro de la organización, pero colocan su atril en la calle, en el portal o en su puesto de trabajo y ponen tanta o más pasión en el relato de sus valores y principios.

Un buen amigo mío me convenció hace bastante tiempo de que un líder no es aquel al que conoce mucha gente, sino aquel que conoce a mucha gente, que sabe que las ideas las encarnan personas que las esculpen en su biografía, en la experiencia de su vida, que las llevan sobre sus propias espaldas.

Durante años he tenido la fortuna de conocer a muchos socialistas madrileños, soldadores, profesores, albañiles, abogados, parados, cajeros de supermercado, funcionarios, bancarios, médicos o ingenieros. Gente normal y corriente que se organiza en un partido político porque quiere cambiar una sociedad que es injusta y genera desigualdades terribles.

Estos militantes que he ido conociendo uno a uno, así como a sus familias, sus problemas y sus alegrías, son los soberanos para tomar decisiones. La democracia exige autonomía, porque si no se es dueño para escribir con aciertos y errores su propio destino, entonces uno está sometido a otro u otros. También las organizaciones deben velar por su autonomía.

Hannah Arendt decía que la política permite empezar de nuevo, que no es lo mismo que empezar de cero. No se puede esconder lo que ha pasado en los últimos meses, pero no se debe mirar con rencor ni con resentimiento. Hay que incorporarlo al acervo de la historia de ese gran partido que es el PSOE. También hay que aprender de la historia, para no caer en los mismos errores. Es el momento de recuperar la autonomía en el PSM, una voz propia que se alce a fuerza de razón y argumentos sobre otras ideas. Es momento de que los socialistas madrileños recuperemos la dignidad arrebatada, y el camino es la elección democrática del nuevo liderazgo.

He vivido con demasiada frecuencia las injerencias arbitrarias de la dirección nacional en el socialismo madrileño. En ocasiones dentro de los márgenes de la pugna democrática, en otras fuera de estos límites. A partir del Congreso que se celebrará dentro de unos días deberían terminar de una vez por todas las intromisiones que dañan la dignidad de hombres y mujeres que desde su vida cotidiana luchan por las ideas socialistas.

Los socialistas madrileños necesitamos un dirigente que exprese las ideas propias y las peculiaridades de nuestra Comunidad, que no espere instrucciones cada mañana sobre lo que tiene que hacer o decir y, sobre todo, que cuando actúe con la responsabilidad y la autonomía exigidas, no tenga miedo a las consecuencias. El miedo es la primera pérdida de libertad que sufre el ser humano; una sociedad libre es una sociedad segura frente a las contingencias.

Todo eso solamente es posible si el próximo líder se debe a muchos y no a uno solo. Si le eligen entre todos y rinde cuentas ante todos y no es elegido por uno al que se debe en exclusiva.

Los socialistas madrileños pertenecemos a un proyecto nacional que se enriquece con los matices que aportan desde cada territorio, de manera que todos juntos hacemos una España más ancha, más grande, más amplia. Para sostener un proyecto así se requiere lealtad, pero la lealtad debe ser mutua, porque de lo contrario se convierte en sumisión.

El socialismo nació para romper las cadenas del sometimiento, para acabar con la arbitrariedad, para asegurar que todos somos iguales ante la ley, nació contra la injusticia. Conozco bien a los socialistas madrileños, los he liderado durante años y sé bien, pese a lo que piensan algunos, que no tienen vocación de súbditos. Con este congreso recuperan su condición de ciudadanos de pleno derecho en el PSOE.

En los últimos meses me viene a menudo a la cabeza una cita que suele hacer Joaquín Leguina, único presidente socialista en Madrid de toda la democracia. La cita corresponde a unas palabras pronunciadas por Porfirio Díaz, que fue presidente de México en nueve ocasiones y que dice: «Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos».

No puedo estar más de acuerdo en su traslación al socialismo madrileño, a veces demasiado cerca de la calle Ferraz.