Elecciones andaluzas

Primarias sin urnas, por si acaso

La Razón
La RazónLa Razón

Ahora que cualquiera se atreve a criticarla, con lo que temblaban los valientes hace apenas siete semanas, resulta obligado reconocerle una virtud a Susana Díaz: la coherencia. Tras el revolcón que le endosó Pedro Sánchez, el monstruo devorando al doctor Frankenstein o el cuervo sacándole los ojos a su criador, tocaban primarias regionales. Eso viene a ser, su propio nombre lo indica, lo que un Iliturgi-Cabecense es a la final de la Champions, pero dicen los futboleros que todos los partidos hay que jugarlos. Y la presidenta, ya digo que coherente, lo jugó sin renunciar al estilo que la ha caracterizado desde aquellas tenidas juveniles en su agrupación de Triana: antes se zampa un imam un cochifrito regado con vino tinto que auspicia el aparato andaluz un proceso de primarias con igualdad de oportunidades. El Cid de Pierre Corneille enseña que «una victoria sin peligro da un triunfo sin gloria», aforismo que todos los andaluces podrán citar en idioma original dentro de muy poco, gracias al empeño de su gobierno autonómico por implantar una segunda lengua extranjera en la enseñanza pública. Que los niveles de dominio de la primera resulten irrisorios y que la mayoría de los alumnos tenga severos problemas de expresión en español no debe restar brillo a una medida que es, ante todo, propagandística. Como casi todo lo que hace, lentejuelas que ocultan la pura nada sustancial. Pues no escarmienta la doña, oye, y pretende hacer pasar por adhesión de las bases lo que simplemente es férreo control de unos cuadros conscientes de que la mudanza en el liderato puede costarles el sustento. Por eso prefiere testar el cariño de los militantes con avales a cara descubierta que en la intimidad de la urna. Lo que se dice un ejemplo de democracia interna, vamos.