Marta Robles

Psicosis

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Más allá del propio ébola, que se extiende no sé si a más velocidad de la imaginada o a menos, lo cierto es que, pese a la información de unos y otros, los ciudadanos no llegamos a saber si caminamos hacia la erradicación del virus mortal o si, por el contrario, cada vez estamos más expuestos a sus efectos. Es cierto que tenemos buenas noticias como la de la curación de Teresa Romero; pero también lo es que cada día aparece un nuevo caso en ese mundo que, hasta hace poco, considerábamos infranqueable para un virus africano. Precisamente en África, el ébola cada vez ocupa más territorio; y no lo hace como en Estados Unidos y en Europa, con casos casi inmediatamente detectados, aislados y controlados. En África, cuando el virus consigue traspasar una frontera, lo hace arrollando y casi con total seguridad, matando a quienes tienen la desdicha de caer en sus garras. La psicosis es tal, que mientras los africanos señalados con la desgracia escapan de sus hospitales sin esperanza, en los países desarrollados, el pánico, parapetado tras una aparente normalidad, hace que se produzcan situaciones tan espeluznantes como la del nigeriano al que se le reventó una bola de cocaína en el estómago por no ser atendido al verle enfermo, no fuera a tener ébola. Me cuenta una chica dominicana negra que trabaja en mi casa que viajar en el metro se ha convertido en toda una experiencia. El color de la piel vuelve a ser sospechoso como en bochornosas épocas pasadas y la gente, aquejada de psicosis, prefiere mantenerse a una prudente distancia en condiciones normales y más aún si sobreviene un estornudo o siquiera una tos...