Alfonso Ussía
Puertita de Luna
Echenique, al que Santiago González moteja de Echeminga, y que se dedica en los últimos meses a pitorrearse de los venezolanos asesinados por Maduro, ha dicho desde el vehículo que le hemos pagado los españoles –en su Argentina natal y su Venezuela bolivariana no regalan artilugios de tan alta tecnología–, que las mociones de censura ya han ganado en la calle. Nadie le ha preguntado a Echenique en qué calle ha ganado Podemos las mociones de censura. En las plazas, vistas las imágenes publicadas, no han ganado nada. Por la Puerta del Sol se podía pasear con holgura de espacio en el momento culminante de la manifestación comunista, que resultó una birria.
Y para colmo, con autobuses alquilados en diferentes ciudades de España para depositar en Madrid a sus entusiastas ocupantes, que fueron entusiastas, pero pocos. A partir de ahora, un autobús semivacío, en honor de Echenique, podrá ser denominado académicamente «Echebús».
Fletar autobuses y llenarlos de culos viajeros no es sencillo, y menos aún en primavera.
La gente prefiere pasar el día en el campo, o en la playa, o en familia que en un autobús con un destino tostón, renunciando también al atractivo de los bocadillos y bebidas de gorra. Y reunir en Madrid a 20.000 variopintas personas es empresa de muy fácil consecución. Lo complicado es, sin fletar autobuses, convocar a dos millones de personas para manifestarse contra la ETA, como sucedió cuando Miguel Ángel Blanco fue asesinado por «Chapote» y compañía. Y sin bocadillos. Tengo por seguro que muy pocos de los 20.000 manifestantes del sábado en la Puerta del Sol participaron en la gran marcha antiterrorista que ganó en la calle, bajo un sol de plomo, contra la barbarie etarra. Como tampoco fletan autobuses en Venezuela para manifestarse contra el asesino Maduro y sus cómplices, a sabiendas del riesgo que asumen los manifestantes. Casi sesenta muertos hasta el momento, esos con los que hace jueguitos de palabras y chistes irónicos el perverso motorizado.
Hubo un tiempo en el que los comunistas fletaban autobuses con gran profesionalidad y eficacia. Los llenaban. Traían a sus ocupantes a Madrid y los depositaban en la Casa de Campo, donde se celebraba la gran fiesta del PCE. Un éxito de organización y una fiesta muy bien montada en la que participaban decenas de miles de personas que no eran del PCE ni por el forro. Pero todo era gratuíto. Las casetas de feria, los tiovivos, los perritos calientes y las sardinas. En la primera de ellas, la caseta de la embajada de la URSS, al mando del inteligente Igor Ivanov, regalaba a los celebrantes llaveros de «matrioshkas», que desaparecieron con mucha mayor rapidez que las propias sardinas. Prueben los comunistas de ahora, los de Podemos, con las sardinas, y les aseguro un éxito garantizado y rotundo, en el número de manifestantes y en la ocupación de asientos de los «Echebuses». Comida y bebida gratuíta, y si la organiza Espinar, con cocacolas por doquier, para refrescar los gaznates acuciados por la sed. Veinte puertas del sol llenarían, con o sin mociones de censura, discursos de Pablo Manuel y la novia, y arrumacos a Pedro. Pero no. Se empeñan en ser unos coñazos, y la gente, esa gente a la que dicen defender y representar, elige el campo, la playa, la montaña o el cine americano.
Los «Echebuses» retornaron a sus lugares de orígen tan desasistidos de culos ocupantes como en el trayecto hacia Madrid, y la magna concentración no abarrotó la Puerta del Sol. Se podría haber reunido en la Puertita de Luna, y ni con esas. En fin, que sin sardinas ni cocacolas, a la próxima no acude ni Echenique.
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