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¿Qué quieren los catalanes?

La Razón
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El próximo domingo se celebran elecciones autonómicas en Cataluña. Las primeras en 38 años en las que se pone en cuestión el marco constitucional de 1978, el modelo de Estado y la unidad de España. Y si no actuamos con acierto, pueden no ser las únicas en nuestro país.

Es evidente que este planteamiento no tiene cabida en nuestro marco jurídico-constitucional. Pero es evidente también que tiene una gran relevancia política y social. No encararlo desde esta óptica es profundizar en el problema y alejarse de su solución, si la hubiera.

Los argumentos esgrimidos por quienes han provocado este desafío son reiterados y conocidos por todos. «España nos roba»; «Cataluña no manda y no pesa en España como debiera por lo que representa»; «Esto es un sentimiento»... En relación con ellos conviene recordar algunas cosas. Cataluña es una de las regiones más prósperas y pujantes de España desde hace muchísimos años, y nadie lo discute. Supone el 20% de la riqueza nacional. Goza de un marco de competencias más amplio que el que tienen muchos países federales, y gestiona un volumen mayor de recursos económicos. Su régimen económico y su autonomía financiera son las que eligieron libremente por sí mismos. No optaron por el Concierto Económico, probablemente porque consideraban más interesante para ellos el actual. Cataluña ha condicionado durante muchos años los gobiernos de España que carecían de mayorías absolutas, de lo que se jactaba públicamente su presidente, que a la vez negaba la incorporación de sus compañeros a esos gobiernos, probablemente para evitar que nadie pudiera hacerle sombra en Cataluña y en Madrid, tal y como reconocen en privado algunos de ellos.

A lo largo de todos estos años, el discurso de los catalanes ha sido doble: por una parte, sostenemos a los gobiernos de España por responsabilidad para garantizar la gobernabilidad. Y por otra, tiramos la piedra cada vez mas lejos para ver qué sacamos, con el desafío separatista subyacente en cada uno de esos pasos. La realidad es que mientras este juego se encajaba en el marco constitucional, se consentía y aceptaba, generándose en la opinión pública nacional ese sentimiento de «los catalanes», metiendo en el mismo saco a quienes de buena fe pensaban que eso era lo mejor para Cataluña como gran región próspera y moderna de España, y a quienes detrás de esa estrategia buscan llevar el proceso hasta donde hoy nos encontramos, confundiendo así a todos los catalanes con los catalanes separatistas o independentistas, a los que a su vez han ido alimentando todos estos años a través de sus amplias competencias en educación, cultura, lengua..., y con sus manipulaciones de la historia.

Por su parte, el Gobierno de España se ha ido dejando arrastrar en ese juego por intereses partidistas, electoralistas, en aras de la estabilidad, sin encarar de frente el problema que se estaba larvando, y sin contar con la incompetencia e irresponsabilidad de algunos de los responsables que en uno y otro lado han surgido en estos años, olvidando reforzar la presencia del Estado y del Gobierno en Cataluña, el papel garante de nuestra Constitución, contrastar y rebatir allí sus argumentos, y exigir el respeto a las reglas de juego que nos hemos dado entre todos, que garantizan nuestra convivencia, nuestro progreso, nuestras libertades, nuestra unidad y nuestra fortaleza como país.

España no roba a Cataluña, ni Cataluña abusa de España. España necesita a Cataluña, y Cataluña no puede funcionar sin y fuera de España. Los datos económicos son evidentes, y la realidad de las necesidades y recursos para hacerles frente también. Cuando se inicia el desarrollo del Estado Autonómico en los años 80, Cataluña representaba el 19% del PIB español y Madrid el 14%. Cataluña ha tenido estos años mayor autonomía política que Madrid, ha condicionado a muchos gobiernos de España, y ha decidido por sí misma sus gobiernos, sus políticas y su gestión. Y 30 años después, Cataluña representa el 20% del PIB y Madrid otro 20%. Madrid tiene menos deuda, menos paro, crece más, y esto no es culpa de Madrid ni de los gobiernos de España, sino de las políticas que unos y otros han seguido en uso de su autonomía. Y en estos últimos años ha sido la garantía del Estado la que ha permitido que la economía de Cataluña, al igual que la de otras CC AA de distintos signos políticos, no quebrase. Que pudiera hacer frente al pago de sus obligaciones, de sus nóminas, de sus pensiones.

Y lejos de convertir esto en un argumento para explicar a los ciudadanos de Cataluña la importancia, las ventajas y la fortaleza de nuestro sistema económico y político, de la unidad y la solidaridad, hemos dejado escapar una gran oportunidad de disuadir y convencer de lo alocado del planteamiento independentista. Lo que tampoco impide las demandas justificadas de una revisión del modelo de financiación vigente y de los principios que han de inspirarlo para todas las CC AA y el Estado, dentro del marco constitucional que nos hemos dado.

Lo cierto es que hemos llegado hasta aquí a unos días de las elecciones. Los catalanes deben analizar fríamente, con objetividad, todas estas cuestiones, sin renunciar a ese sentimiento que nadie sabe explicar, pero que no debe llevar a la irracionalidad.

Y considerar también cuál es la alternativa política a la independencia que se deriva de los datos que arrojan las encuestas, y si son conscientes ,y en verdad quieren, esa opción radical de izquierdas y antisistema que se deriva de las mismas. ¿Es realmente eso lo que quieren para Cataluña? Creo que no. Y no podrán aducir entonces ignorancia o que no imaginaban un desenlace tan fatal.

* Ex presidente de la Comunidad de Madrid