César Lumbreras

¿Quo vadis Europa? (I)

La Razón
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La UE celebra dentro de tres semanas su sesenta aniversario sumida en la que es la crisis más grave de su historia y, lo más importante, sin que se vislumbre una salida a la misma. El 25 de marzo de 1957 tuvo lugar la firma del Tratado de Roma, que, en realidad, eran dos: por el primero se constituyó una Comunidad Económica Europea (CEE) conocida popularmente como Mercado Común y por el segundo una Comunidad Europea de la Energía Atómica, a la que se llamó Euratom. Previamente, en 1952, había visto la luz el embrión, la Comunidad Europea del Carbón y del acero (CECA). Seis fueron los miembros iniciales: Alemania, Francia, Italia, los Países Bajos, Bélgica y Luxemburgo. Ha sido un proceso duro, con luces y con sombras. Entre las primeras, el periodo de paz más largo que se recuerda entre sus miembros: no hay que olvidar que en la primera mitad del siglo XX hubo en territorio europeo dos guerras mundiales. Entre las sombras destaca una por encima de todas que pasa desapercibida: hemos creado un monstruo burocrático que vive en su burbuja, con sus miembros muy alejados de la realidad y que amenaza con devorarlo todo. A la cabeza de ese monstruo se encuentra la Comisión Europea, cuyo presidente ha presentado esta semana un Libro Blanco sobre el futuro de la UE, en el que pide a los gobiernos de los Estados miembros y sus ciudadanos que se aclaren. Vamos, que digan lo que «quieren ser de mayores». Juncker propone cinco alternativas y devuelve la pelota a las diferentes capitales. Loable intento el suyo que llega en un momento muy complicado, porque los populismos avanzan por doquier, lo mismo que el sentimiento y la fuerza de los partidos antieuropeos, con un problema adicional, que no es otro que el momento electoral en Holanda, Francia y, unos meses después, en Alemania, además del Brexit. Para los pesimistas, la UE vive una encrucijada y parece que no hay salida. Para los optimistas, la construcción comunitaria solo ha dado pasos cuando se ha encontrado entre la espada y la pared. ¿Quo Vadis, Europa?