Pilar Ferrer

Remando al viento

La Razón
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Erigido en ese cambio sensato que tanto invoca, obsesionado con la figura de Adolfo Suárez y sus pactos de La Moncloa, el joven Albert Rivera es ya firme candidato a la presidencia del Gobierno de España. Pero ni estamos en los años de la Transición, ni la sociedad española es la misma y, mucho menos, el escenario político. El líder de Ciudadanos empezó fuerte en Cataluña con un discurso valeroso contra la independencia, pero ello no es suficiente en el resto del país. Sus bandazos tras las elecciones del 24 de mayo, sus apoyos al PP en un caso y al PSOE en otros, revelan un político sin estrategia definida y un partido con ideología variopinta. Aunque la mayoría de sus votantes proceden del centro-derecha desencantado, Rivera insiste en ser transversal hasta el final. Esto no dura eternamente. Un experto sociólogo curtido en mil batallas, que trabajó en las más importantes campañas del PSOE, entre ellas las que lograron la mayoría absoluta, define la estrategia de Albert Rivera con un título de película: «remando al viento». La espléndida cinta de Gonzalo Suárez, inspirada en la figura de Lord Byron, muestra a un personaje mitad romántico, mitad trágico. Tal parece ser el líder de C´s, a veces angelical en su oferta de cambio, y otras en pleno drama denunciando una España negra y mal gestionada.

Pero es precisamente esta falta de experiencia el talón de Aquiles de Rivera y sus muchachos. Basta ver su comienzo en Andalucía y Madrid, altamente criticable y cercano a la deslealtad en el caso madrileño.

Mientras su dirigente andaluz, Juan Marín, mira para otro lado en todo caso de corrupción que afecta a los socialistas, el locuaz madrileño, Ignacio Aguado, le ha hecho pasar las de Caín a Cristina Cifuentes durante varias semanas. No contento con eso, este chico recién llegado a la política de la capital del Reino mantiene su guadaña contra el PP y reclama comisiones de investigación de etapas anteriores ¿Es éste un aliado o un verdugo permanente?, se preguntan muchos en el PP bastante hartos de que les den lecciones todos los días. El mismo aliado que se opone a que un dirigente del PP encabece la manifestación del orgullo gay. Qué cosas. Es lo que sucede cuando no hay estrategias e ideologías claramente definidas.. O sea, cuando se mira a quien más conviene según el territorio. Lo que se dice un político veleta.

Hete aquí el gran dilema y la encrucijada de Albert Rivera. Le quedan siglos para llegar a ser como Adolfo Suárez, le sobran aires de predicador contra la corrupción y le faltan agallas para definir su verdadera estrategia de pactos. Tras unas municipales, vale. Pero no después de unas generales. España no está ya para caras bonitas y frases limpias, necesita gestores brillantes y resultados concretos. Este campeón de natación que militó en el PP habrá de enseñar sus cartas, porque no se puede quedar bien con todo el mundo al mismo tiempo. Puede ser amable, educado y vender un cambio tranquilo, pero los votantes quieren hechos y no dobles varas de medir. De momento, tras un auge inusitado, las encuestas empiezan a darle la espalda. Tal vez, por ese afán de molino al viento según convenga. Albert Rivera, como avezado nadador, debe sincronizar la jugada. De lo contrario, puede ahogarse sin remedio. Sin salir a flote.