Alfonso Ussía

Repelente cursilería

La Razón
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Los encargados de retransmitir por emisoras de radio y cadenas de televisión los partidos de la selección de España de fútbol, baloncesto y balonmano, caen, por intención o contagio, en la repelente cursilería de evitar a toda costa la referencia a España. En fútbol somos «La Roja», en baloncesto «La ÑBA» y en balonmano «Los Hispanos».

Lo comentaba un licenciado en verborrea durante un partido de fútbol de la selección española: «Creo que “La Roja” ha merecido ganar esta noche con mayor amplitud». No discuto la opinión, sino el batacazo cromático. Aquella noche «La Roja» jugó con su segunda equipación, de azul celeste. De haber dicho «creo que esta noche España –o la selección española–, ha merecido ganar por mayor amplitud» no hubiera quedado como un gilipollas.

Por lo demás, lo de «La Roja» –que intuyo conlleva ensoñaciones ideológicas–, es un plagio. A la selección española de fútbol jamás, hasta el Mundial de Sudáfrica, se le había llamado «La Roja». Sí a la selección de Chile desde el decenio de los treinta del pasado siglo. En Alemania nadie se refiere a su selección como «La Blanca», y sólo los italianos recurren al color de su camiseta para cantar las glorias de los suyos, como en el rugby Nueva Zelanda. Con este lío que han montado las marcas deportivas con las camisetas, lo más recomendable es mencionar a los clubes y selecciones por su nombre. «Gran partido de los “blaugranas”», comenta emocionado el lucutor mientras se ve por la pantalla que, efectivamente, el Barcelona está jugando de dulce vestido de amarillo pollo. El Real Madrid se adelanta en el marcador y el comentarista apunta: «El ‘‘equipo blanco’’ ha salido a por todas». Y es cierto, pero vestía de negro como un teléfono de pared.

La selección de España ha jugado en los últimos años con su equipamiento habitual, camiseta roja y pantalón azul, y con las combinaciones caprichosas de las segundas opciones. De azul oscuro, de azul celeste, de amarillo y de blanco.

Siempre ha sido España y no «La Roja», pero la cursilería o las ganas de confundir imperan.

Un breve comentario dirigido a los analfabetos sectarios que aplican la llamada Ley de la Memoria Histórica. La uniformidad de la selección de España de fútbol, fue, durante la monarquía de Alfonso XIII y la efímera Segunda República, camiseta roja, pantalón negro y medias negras. El pantalón azul se impuso en homenaje a la Falange Española con posterioridad a la Guerra Civil.

La ÑBA. El gran hallazgo semántico de nuestros adorables cursis especialistas en baloncesto. Un ingenioso juego de letras que en su pronunciación literal «eñebeá» resulta más farragosa que pronunciar «España». Y en balonmano «los Hispanos». Los «Hispanos» son los romanos nacidos en Hispania, los sefarditas, los norteamericanos de California, Florida y Puerto Rico, los filipinos, los argentinos, chilenos, uruguayos, cubanos, colombianos, venezolanos, peruanos, bolivianos, y para no cansar a los lectores, los naturales del continente americano exceptuando Brasil, el norte de los Estados Unidos, Canadá, Alaska, y las Antillas holandesas. Viven sobre el mundo cuarenta millones de españoles y cuatrocientos millones de hispanos. Se me antoja una pretensión colonizadora convertir a los jugadores de balonmano en representantes de los antiguas colonias españolas –se me olvidaban el Sahara, Ifni, el Protectorado de Marruecos, la Guinea Española, y las islas de Elobey, Annobón y Corisco–, en lugar de resumir la realidad refiriéndose a la selección de España.

Y todo por no pronunciar –asco compartido con Pablo Iglesias–, la palabra España, que es palabra y Patria, palabra y nación, palabra y realidad y palabra indivisible.

«La Roja», la «ÑBA», «los Hispanos»... Ante todo y sobre todo, repelente cursilería.