María José Navarro

Resaca

La Razón
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Hasta hace poco, unos pocos años, yo no me consideraba feminista. Realmente, no tenía conciencia de serlo. Pensaba que a mí no me incumbía aquello que contaban otras. No es que no hubiera tenido problemas durante mi vida, ni mucho menos. Los tuve. Tuve un novio que me daba miedo, cobré menos que muchos hombres y estoy convencida de que muchas oportunidades se me dieron gracias a no haber tenido marido ni hijos. Pero, la verdad, creo que lo soy a estas alturas. Feminista, sí. Las cosas han ido cambiando y estoy segura de que no he sido yo. Les cuento. Tengo cincuenta años, soy soltera y no tengo familia. Cincuenta, no tengo treinta, ni veinte, ni siquiera cuarenta. Tengo cincuenta. Para que vean cómo es todo esto baste decirles que el martes un tipo me preguntó a través de Twitter si mientras hago el amor hablo, doy datos, grito o me gritan. Les puedo asegurar que soy cualquier cosa menos sexy, cualquier cosa menos atrevida, cualquier cosa menos insinuante. Si fuera sexy, atrevida o insinuante no merecía que esos fulanos se pasaran de confianza, pero es que encima no lo soy. Los hay que me escriben pidiendo citas, que creen que estoy necesitada, malfollada o simplemente amargada por vivir sola. Estar soltera, la verdad, es que te ofrece una panorámica muy certera. En cualquier reunión eres pasto de las bromas, si hay copas, aún más. Pueden hablar de tu cuerpo, de tus hechuras, de si te alivias, de si te pueden entrar. Si tienes cariño por un chico o te ves, da lo mismo. Harán chanzas de él. Así es. También en Twitter vi el otro día a un supuesto «influencer» de las redes (o más bien, ínfulas de serlo) afirmar que «mi sensación es que si las mujeres cobrasen menos por hacer el mismo trabajo las empresas no contratarían hombres». Debe ser que no le valen los datos oficiales, de la Unión Europea, sindicatos, la Epa, o el testimonio de sus amigas. Es mejor negarlo, es evidente. Pero hemos llegado a un punto mucho más curioso, amigas. Y es que ya no se puede ni debe celebrar el Día Internacional de la Mujer. Si lo haces, eres feminazi. Así, tal cual. Y, por el otro lado, no lo tienes que festejar porque estamos jodidas. Pues yo lo celebré. Y mucho, por primera vez. Qué leches.