José María Marco

Sala de terneras

La Razón
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La Sala de Terneras del Matadero (sic), dependiente de una de las Juntas de distrito del Ayuntamiento de Madrid va a acoger un acto en favor del referéndum de secesión. La cosa, hay que reconocerlo, tiene gracia. No deja de ser sorprendente el empeño con que comunistas, neocomunistas y afines, de todas las edades pero en general de solvente condición social, porque eso es lo que se lleva ahora, se reúnan en el matadero a apoyar un acto cuya única posibilidad de triunfar sería destruyendo el orden constitucional, democrático y liberal de su país. Que los (neo)comunistas y afines detesten las cuatro cosas (la Constitución, la democracia y el liberalismo, además de su país), ya lo sabíamos. Que se sientan perdedores hasta el punto de llevar su reivindicación a algo que se llama Sala de Terneras del Matadero resulta novedoso.

Quizás sea también un síntoma de lo que le está pasando a Pablo Iglesias, con un liderazgo en dificultades desde por lo menos la moción de censura del mes de julio y que ahora se dispone a encabezar un movimiento que terminaría con la razón de ser de su liderazgo. Tal vez se imagine que una vez deconstruida la nación constitucional y emancipados los pueblos y las naciones ex españoles, alguien va a respetarle a él. La experiencia está hecha, por dos veces, y las dos con el mismo resultado: entre cuarenta y cincuenta años de orden, la primera por consenso abrumador, la otra por imposición dictatorial.

Pablo Iglesias y su grupo también se deben de imaginar que ejercen alguna clase de rebeldía y que dan voz a un movimiento renovador. En realidad, lo que están haciendo es seguir puntualmente, con una fidelidad conmovedora, las manías de la izquierda española (española sí, por desgracia), empeñada siempre, una y otra vez, en acabar con aquello mismo que sustenta su existencia. Los manuales de historia, los profesores, la cultura oficial no les han enseñado otra cosa: son como marionetas de un espíritu incapaz de aprender de los propios errores y empecinado en la misma labor de demolición. El Ayuntamiento de Madrid quiere, sin ir más lejos, que Madrid deje de ser la capital... Y para eso nos vamos a la Sala de Terneras del Matadero. ¡Ay, las terneras!