Ely del Valle

Sánchez se retrata

La Razón
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El pacto que firmaron PP y Ciudadanos en Murcia para facilitar la investidura de Pedro Antonio Sánchez se ha convertido en un problema para ambos partidos; para el PP por su empeño en respaldar al todavía presidente autonómico, basándose en su premisa de que solo debe dejar el cargo si se le abre juicio oral, y para Ciudadanos porque en contra de su voluntad y de lo que Rivera manifestó recientemente en el Congreso, se ve obligado a romper el pacto abriendo la puerta a una moción de censura que colocaría al PSOE al frente del Palacio de San Esteban.

Los naranjas reconocen su error al imponer unas condiciones excesivamente duras y lo achacan a su inexperiencia; sin embargo parece evidente que el causante de este lío es el propio Sánchez, que sin dejar de tener razón en que una mera imputación no debería ser suficiente para truncar una carrera política, no tuvo ningún empacho en firmar lo contrario. Y aquí no cabe la disculpa de las cláusulas abusivas, ni el desconocimiento de lo que se rubricaba. El presidente sabía lo que hacía y también que no iba a cumplirlo, y eso es debería ser suficiente para que Rajoy le retirara su respaldo.

Lo que votaron los murcianos fueron las políticas de un partido, no a un presidente, como muy bien saben los populares, que se agarran precisamente a este argumento, el de que nuestra democracia no es presidencialista, para no apoyar la limitación de mandatos.

Ciudadanos se enfrenta a una contradicción entre lo que exigieron en Murcia y lo que ahora defienden en el Congreso, pero el PP está priorizando el apoyo a un señor que incumple su palabra poniendo en peligro la continuidad de un gobierno por encima del interés de los ciudadanos que les dieron su voto, y eso, por muy injusto que le pueda parecer a Rajoy desde el punto de vista personal, es simplemente impresentable.