PSOE

«Scarface» Pacino Sánchez

La Razón
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Pocos episodios del cine y de la literatura, –ni las Termópilas, ni Astérix en la aldea, ni Caster sable en mano ante la avalancha de los sioux– han plasmado como «el precio del poder» de Brian de Palma, la soledad de un personaje ya sin crédito y asediado por los mismos que antes le encumbraron y ahora le ven temerario, enrocado y eliminable. Escuchar hace años a Almunia presentar su dimisión irrevocable a las diez y media de la misma noche en que quedaba segundo con 125 escaños que hoy sabrían a galáctica victoria, o presenciar la sosegada marcha sin ruido, casi deslizándose para no molestar, de Pérez Rubalcaba previa a un congreso extraordinario de premonitorio «borrón y cuenta nueva» resultaba ciertamente poco excepcional.

El error de muchos dirigentes del llamado poder territorial y de otros ex dirigentes de recio abolengo socialista ha sido hasta el día de hoy pensar que la escala de valores de Pedro Sánchez podría siquiera equipararse a la de esos otros antecesores al frente del partido y en todos los casos con el «callo» que les dieron las responsabilidades de gobierno. Deberán ponerse varias cosas en su sitio a la hora de establecer según qué premisas cuando se le exige, por no decir se le suplica al actual primer secretario dar un definitivo paso atrás por el bien del partido y por ende del país. Sánchez no ha llegado al despacho principal de Ferraz por los conductos convencionales conocidos en su partido durante más de cien años, no había sido ni ministro, ni presidente autonómico, ni alcalde, ni siquiera una «prima donna» en el Congreso de los Diputados. En esto coincide con su políticamente aborrecido Rodríguez Zapatero, aunque con la gran diferencia de ser el primero en llegar a la Secretaría General por la vía de primarias.

Sanchez viene de la agrupación madrileña de Tetuán –buena escuela de la antigua FSM a la hora de ver de todo– y viene hasta de haberse iniciado, –no con la gracilidad de Iglesias y Monedero– en alguna escogida tertulia radiofónica. El esquema político mental de Sánchez no casa con doblegarse ante quienes no se sometieron al veredicto de la militancia tras recorrer como él decenas de miles de kilómetros y no pocos platós de televisión. Hay un sentido de la propiedad del cargo en este caso alimentado por el inédito respaldo de las bases que por cierto está por ver si a día de hoy resultaría tan evidente, por mucho que se les siga repitiendo día a día el pase gratuito en sesión continúa de la película «Líbranos del PP de Rajoy» que tanto gusta a Iceta. A Pedro se le encarece el crédito y se le dispara peligrosamente la prima de riesgo. Recuerda a Al Pacino en ese aludido final de «El precio del poder» o «Scarface», ese solitario personaje que, encerrado y armado hasta los dientes en su castillo-mansión aguarda a sus viejos y decepcionados socios convencidos de que ya está sobrando, con un más resignado que heroico: ¡Estoy aquí¡ ¿Venís a por mí?