Restringido

Se rompió el amor

La Razón
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«El problema, Pedro (Sánchez) no sólo lo tiene de puertas afuera, principalmente lo tiene en el partido». Así se expresa una mandataria del PSM afín a Carmona. Tal cual. La desmotivación de las bases socialistas es un hecho que alarma en Ferraz 70. Máxime, porque la campaña electoral avanza y cuando la euforia de la militancia debería estar casi al grado de ebullición, la parroquia del PSOE mira para otro lado, ajena a lo que le ocurra el 20-D al secretario general.

Lo vivido la noche del lunes en el cuartel general socialista, después del debate televisivo a cuatro en Atresmedia, fue revelador. El líder del PSOE tuvo uno de los más fríos recibimientos que se recuerdan en el partido. Las imágenes no se pueden enmascarar. «Pese a algún grito de presidente, presidente a la llegada, allí apenas esperaban los trabajadores de Ferraz, parte de la Ejecutiva y los más próximos a Sánchez. Punto. Se quería una fiesta por todo lo alto que no se produjo. Aquello estaba lleno de banderas arrinconadas que nadie enarboló», describe descarnadamente la misma fuente.

La realidad siempre es tozuda. Otro síntoma más de la enfermedad de desamor se vive en la organización juvenil del PSOE, las Juventudes Socialistas. De hecho, algunos hacen comparaciones descriptibles del grado de entusiasmo que levanta el secretario general socialista entre los jóvenes. Ojo: no ya de fuera de su formación política, sino entre los mismos sectores juveniles del partido. Así destacan, por ejemplo, cómo han afrontado el debate televisivo las Nuevas Generaciones del PP, organizando visionados hasta en pequeñas sedes locales y tomando la iniciativa también en las redes sociales. «Ellos (las juventudes del PP) han impulsado a Soraya Sáenz de Santamaría a un triunfo virtual que ha calado en la opinión pública», se analiza desde las filas socialistas.

César Luena, el gran estratega riojano a quien Pedro Sánchez ha fiado su futuro político, culpa a la Ejecutiva de las JJ SS de la «insólita» falta de compromiso con el candidato. Por más que de puertas para afuera se desee disimular. Ya se sabe: en política aún más, la ropa sucia se lava dentro de casa. Pero la situación ha llegado a ser tan imposible (y evidente), que en los primeros mítines de la campaña a los organizadores de los actos de Sánchez les ha costado poder completar los huecos reservados, detrás del atril de oradores, a jóvenes seguidores que dieran el mejor tiro de cámara y un plano general compuesto por un futuro entusiasta.

El voto joven, así lo señalan los sondeos, se le escapa a Sánchez: sobre todo, por su izquierda hacia Pablo Iglesias y por el centro hacia Albert Rivera. Los tracking que manejan los partidos son inapelables al respecto. Iglesias sabe bien que el desapego que padece Pedro Sánchez entre sus bases es la mejor grieta donde colar su cuña de asalto al bastión de la izquierda. Desde la dirección de las Juventudes Socialistas, mientras tanto, se expone como motivo de su desánimo el «desastre» de los pactos tras las elecciones autonómicas y municipales, que fueron «un suicido» que ha cedido todo el protagonismo a Podemos y sus satélites. Sin embargo, nadie pierde de vista la razón que impulsa que se rompiese el amor en tanto socialista, y que se carga directamente sobre Sánchez: la ausencia de liderazgo. La crisis de Madrid, primero con Tomás Gómez, y, después, con Antonio Miguel Carmona, y el indudable enfrentamiento con Susana Díaz, más el dedazo para meter a los afines en las listas electorales «quitan las ganas de trabajar por Pedro», concluye la VIP del PSOE madrileño.