Alfonso Ussía

Señor Presidente

La Razón
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Señor Presidente del Gobierno: Entendemos y valoramos su viaje a los Estados Unidos para reunirse con Trump, que apoyó la unidad de España y calificó de tontos a los separatistas. Y entendemos y valoramos también la suspensión de otro viaje previsto que podrá realizarse cuando pase el meneo. Lo que no entendemos, y por ello, no podemos valorar, es su desaparición. No sabemos si está en La Moncloa, en Pontevedra, en el Camino de Santiago o en el de Santo Toribio de Liébana. De lo que no hay duda es que usted no está. Y si está, que estará en alguna parte, su obligación es dar la cara y reprimir públicamente las tonterías que están emitiendo algunos de sus ministros. Dice el señor Guindos, el del acento pijo, que está abierto a negociar suculentas mejoras económicas para Cataluña. Es decir, que el chantaje sirve. Mañana serán los vascos, y más tarde los gallegos y los canarios, con toda la razón. El Gobierno de España está dispuesto a beneficiar a unos delincuentes que no se ha atrevido a meter en la cárcel. Y el señor Méndez de Vigo, el que se olvida de Carlos I y se acuerda de Pablo Motos, ha reconocido su plena confianza en los Mozos de Escuadra. No digo que los Mozos de Escuadra no merezcan un margen de serena confianza, pero hasta la fecha, muchos de ellos, empezando por su Mayor, el charnego vallisoletano Trapero, no han hablado y actuado con arreglo a sus deberes y obligaciones. El ministro de Cultura no puede ni debe entrar en valoraciones que corresponden al ministro de Interior, que sin hacer demasiado ruido, al menos ha cumplido con su responsabilidad mandando a Cataluña a los guardias civiles y policías nacionales. Y de esos sí nos fiamos plenamente.

Pero las palabras de Guindos, o de Méndez de Vigo o de vaya usted a saber quién, señor Presidente, siempre cobardes y melindrosas, acomplejadas y fatuas simultáneamente, no van acompañadas de la voz que esperamos. Esa voz es la suya, y no se oye. Es conveniente e imprescindible escudarse en las leyes, los fiscales y los jueces. Lo contrario sería golpear a la auténtica democracia. Pero al mismo tiempo es conveniente e imprescindible que usted, señor Presidente, hable, opine, informe, advierta, y se enfrente a una realidad que es consecuencia de los pactos a espaldas de la ciudadanía de usted, de Zapatero, de Aznar, de González y de Adolfo Suárez con los independentistas, antaño llamados nacionalistas. Excluyo a Leopoldo Calvo-Sotelo, un hombre serio sin tiempo en la presidencia del Gobierno para conceder privilegios a los traidores.

Y me permito el atrevimiento de recomendarle un gesto. Usted, señor Presidente del Gobierno, culpable de no haber ordenado el cumplimiento de las leyes durante seis años, culpable de haber reaccionado bien y tarde, cuando es mucho más asumible que el Gobierno de España reaccione bien y pronto, usted, señor Presidente, nos daría una agradable sorpresa a los españoles que creemos en nuestra unidad, nuestra libertad, nuestra Constitución y nuestras leyes, si el domingo viaja a Barcelona y sigue desde allí los acontecimientos del golpe de Estado. Y desde allí, desde Barcelona, se dirige a todos los españoles para anunciarles que el refrendo de los separatistas ha constituido un fracaso. Su integridad física estaría a salvo, por ello no se preocupe. Puede instalar su despacho de un día en cualquier edificio propiedad del Estado, incluido el Palacio de Pedralbes, reservado a los Reyes, si éstos no lo ocupan, que nada me extrañaría ver al Rey el domingo en Barcelona. El domingo se juega España muchas cosas, y los españoles necesitamos gestos para mantener la confianza. Gestos de la Corona y gestos del Presidente del Gobierno. El Rey tiene un campo de acción limitado por la Constitución, pero el de usted carece de márgenes y fronteras. El gabinete de crisis, mejor en la Delegación del Gobierno en Cataluña que en La Moncloa. De cuando en cuando, en situaciones tan graves como las que se suceden en Cataluña, el Presidente del Gobierno tiene que dar ejemplo. No sólo a través de sus palabras, sino con su presencia en el lugar de los hechos.

Y el 2 de octubre, nada de lisonjas y prebendas a los golpistas. El peso de la Ley. Y si tienen que entrar en la cárcel mil delincuentes, que lo hagan sin sentir el complejo y el temor de quienes lo ordenan. Todos somos iguales, pero usted posee la singularidad de su cargo. El uno de octubre en Barcelona. El dos, en La Moncloa y el tres, los delincuentes y violentos en chirona. El Estado no puede traicionar a España.