Alfonso Ussía

Solsepone

La Razón
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Final del verano. Los últimos atardeceres de un agosto en Cantabria abusado de sol y de calores. Eso, el atardecer o la atardecida. Antonio Mingote se irritaba con la voz «crepúsculo». Se puede elegir «ocaso», pero recuerda a una sociedad de seguros de tumbas. A Sotoancho, que tiene arranques de cursilería discrecional, le gusta «atardecielo». Y ayer, leyendo el «Vendimiario de Plinio», de Francisco García Pavón, el gran escritor de Tomelloso y sus viñas, para describir la placidez de un atardecer de septiembre, don Francisco recurre al «solsepone». Hubo un tiempo, en la radio, que nos reíamos mucho con los «crepúsculos anaranjados» de un conocido escritor que se mantenía fiel a los cielos naranjas. Evolucionó, y en un artículo se regodeó con los «crepúsculos violetas» que son como el rayo verde que dicen rasga la piel de la mar en los solsepone claros. Es decir, que nadie los ha visto.

Los mejores y más ambientados solsepone de Comillas se disfrutan desde la terraza del Real Club Estrada. Y también, con una copa en la mano, en los palés de «Las Calabazas», que ha congregado este verano a la peña nocherniega de Comillas. En el Estrada, la mejor cocina, con unos huevos encapotados o carlistas acompañados de patatas a la importancia de imposible superación. Un gran servicio, y pocos socios impertinentes y neciamente educados, aunque haylos. Lamentos e incomprensión por la clausura de La Rabia. En esta zona es habitual que las desavenencias familiares terminen con la vida de instituciones de la gastronomía y el encuentro. «La Colasa», «La Rabia»... En San Vicente se sostiene en lo alto el «Boga, Boga» y en Caviedes «Cofiño», con la familia Cofiño trabajando de sol a sol y de lleno en lleno.

Este verano se ha constituido el comité que concede las bulas y carnés de los tradicionales, presidido por la exseñora de Montojo y la señorita Cabeza, de Cóbreces. Poco después de constituirse ha sido disuelto. Aquí le decimos Comillas a un amplio territorio en el que se han establecido los veraneantes con casa propia. Desde Novales a Lamadrid, pasando por Ruiloba, Comillas, La Revilla, Rioturbio, Roiz, Caviedes, Labarces y Vallines. La auténtica «paparda», que es la que mantiene la pujanza de la zona. Flores, árboles y arbustos en Mazcuerras, con Ricardo y Agustín Escalante al mando del prodigio. Y más allá, en Liéabana, el cocido lebaniego en «El Oso», el de Severo, Cari, Ana, sus hermanas, Ala y el doctor Wladimir, de procedencia rusa.

El pasado 15 de agosto, después de la solemne y emocionante Misa de Nuestra Señora, el pueblo de Ruiloba descubrió la placa que recuerda en una calle a don José Antonio Zúñiga, un sacerdote humilde y ejemplar que se ocupaba de ocho iglesias y ermitas, entre ellas las de Ruiseñada, Pando y el Remedio, cumbre de Ruiloba. Ahí estaban todos, aplaudiendo las palabras del alcalde tolano, Gabriel Bueno. Un sacerdote, don José Antonio Zúñiga, nacido en Ruiloba y al frente de su parroquia durante más de cuarenta años. Aquí, por la cercanía del Seminario de la Compañía de Jesús, que hoy no es ni chicha ni limoná, los curas abundan y reciben el mejor trato, como las monjitas de clausura de Pando, a las que tanto queremos en nuestra familia. Adoraciones los jueves en la parroquia de Comillas, con la música elegida por una mujer excepcional. Se añora al padre Regatillo, cura en la iglesia y delfín en la playa, que salvó a tantas almas como ahogados en Oyambre. Una mañana de resaca, un bañista imprudente pidió auxilio. A su socorro acudió otro, que también experimentó la angustia del ahogamiento. Y en pos de la pareja de angustiados se lanzó un tercer bañista, que compartió con los anteriores la prohibición del mar de retornar a la orilla. Entonces apareció el padre Regatillo, se sumergió y a los pocos minutos, emergió entre las olas con los tres ahogados vivos y coleando. Era también un sacerdote bueno y humilde, como lo es el párroco actual de Comillas, que no se da importancia alguna, esa importancia del esnobismo, la vanidad y la soberbia de algunos otros, quizá bienintencionados, que desorientan a más de una familia.

Pocos solsepone restan por delante. Esta tierra es así. Que enamora hasta el fondo de la capacidad de amar. La abandonamos con la única obsesión de recuperarla. Se derrumban mitos e instituciones, pero siempre navega hacia el norte.