Alfonso Ussía

Sonatina

De haber visto Rubén Darío el partido de la final del Mundial de Argentina, hubiera escrito una nueva versión de su Sonatina. «Nandrolono está triste, ¿Qué tendrá Nandrolono?/ ha perdido su ritmo, ha perdido su tono/ aunque le hayan moldeado un precioso tupé». Una vez más se afirmó en el estadio de Maracaná de Río de Janeiro la definición del fútbol del inglés Gary Linneker: «El fútbol es un deporte que jugamos once contra once para que termine ganando Alemania». La FIFA, esa universal federación dirigida por un sospechoso grupo de gamberros, en su página oficial, publicaba la relación de los mejores futbolistas del Campeonato del Mundo. Kroos, Benzemá, Robben y Thiago Silva. Hay más. Por Argentina, sin duda, Mascherano y Di María; por Alemania, Neuer, Hummels, Swansteigger y Mueller; Por Colombia, James. Por Costa Rica, Kaylor Navas; Una relación generosa. Pero los miembros de los jurados de la FIFA son, con toda seguridad, parientes de los que conceden el Nobel de la Paz en Oslo. Para mí, que beben en exceso con anterioridad a la votación. Y han elegido «Mejor Futbolista del Mundial de Brasil» a Messi. No han designado a Casillas porque se habría notado demasiado la preferencia. Messi ha jugado muy mal un Mundial bastante malo. Y en la final, aparte de un fallo garrafal, un pase y alguna carrerita en el primer tiempo, fue una sombra desvanecida, un andarín confuso y un cero a la izquierda. Pero es Messi. De haber sido Messi un deportista de verdad, le habría entregado allí mismo el trofeíllo a su compañero Mascherano o a cualquiera de sus adversarios alemanes. Pero no. Recogió el trofeo con expresión de hastío y enfado, y se lo llevó a su casa. Lo único nuevo que aportó al fútbol en el partido culminante del Mundial fue su nuevo tupé. Tampoco tan nuevo, porque era el que lucía y peinaba Sacha Distel en la década de los sesenta del pasado siglo, sin olvidar a Paul Anka.

A este muchacho le sucede algo más grave que su peculiar interpretación de la melancolía. Para mí, que ya no tiene edad para seguir justificando las dosis de hormonas para el crecimiento y tanto él como sus médicos han sido advertidos de que el crecimiento ha llegado a su tope y ni una hormona más. Puede ser también que sufra de celos de Maradona. Lo siento, pero Maradona, que es un botarate, un majadero y un clamoroso imbécil, fue mucho mejor futbolista que él, aunque en alguna ocasión tuvieran que expulsarlo del Mundial por saltar al campo en compañía de un gramo de cocaína. Sucede que Maradona es más simpático que Messi, saluda y abraza a los niños, habla por los codos y se ha forjado una personalidad indiscutible en el mundo del fútbol, aunque a este servidor de ustedes, su personalidad le produzca náuseas. Lo que no será jamás Maradona es un cero a la izquierda, que parece constituir el objetivo primordial de Messi. El futbolista mejor pagado del mundo se ha convertido en el más caro de la Historia, porque no devuelve lo que percibe. Si busca el ejemplo contrario, ahí tiene, todavía caliente, el recuerdo y la memoria de Alfredo Di Stéfano. O más inmediato. El pundonor profesional de Cristiano Ronaldo, que se jugó las piernas hasta el último partido con el Real Madrid a sabiendas que si recaía en su lesión se quedaría sin viajar a Brasil. Otra manera de agradecer los millones que honestamente ingresa a cambio de su entrega y su calidad. Messi lo hizo. Ya no lo puede hacer.

Argentina es una nación que vive para el fútbol. Inagotable mina de talentos. Mucha pasión. El aficionado argentino perdona la mala fortuna, pero no la dejadez, la desidia. Creo haber leído que Messi llegó a la semifinal contra Holanda siendo el futbolista que menos había corrido durante el Mundial. Si sumamos su partido contra Holanda y la final contra Alemania, el premio al vago y al sobrado se lo lleva con pleno y absoluto merecimiento. Pero jamás el de Mejor Jugador del Mundial. Ese premio, en su valor de objeto, destroza su impresionante vitrina. Es de esperar que lo tire a la basura o lo esconda en el armario de objetos inservibles que existe en todas las casas. Un armario que se llena, normalmente, con los regalos de boda.

Messi tiene un gran problema. Anímico y físico. Esos vómitos no pueden reducirse a un diagnóstico forofo: –Son los nervios–. No; que se mire, que se entrene y que vuelva a correr como lo hacía dos años atrás en el Fútbol Club Barcelona, cuyos dirigentes, socios y exaltados partidarios tendrían que ser los más preocupados y avergonzados en estos momentos.

A mí, particularmente, lo que le pase –que le pasa– a Messi, me la refanfinfla.