Julián Redondo

Taladrador

La Razón
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La penitencia del Barcelona concluye en enero. Sólo a partir de entonces podrá disfrutar de esos fichajes con efecto retardado. Mientras tanto es posible que Luis Enrique mire al banquillo y le entren temblores; más aún cuando a los del once inicial, con Messi, Neymar y Suárez en vanguardia, la falta de gol les amenaza ansiedad. Menos mal que Vermaelen, por fin entre los vivos, salvó el escollo. Terminado el partido del Barça, que suma seis puntos llorando, pero los suma, empezó el del Madrid, que exhibe un banquillazo; un lujo, un despliegue de cromos que cualquier entrenador del mundo querría en su álbum; posibilidades colosales de elegir que lo hacen envidiable, un elenco de titulares de Primera, una selección internacional, la releche: Isco, Pepe, Carvajal, Casemiro, el desconocido Kovacic, Jesé y Casilla. Semejante colección de suplentes es garantía de supervivencia cuando pide la vez la adversidad, tarde o temprano siempre presente. Y además, el que se antoja equipo de gala, sin Pepe y con Varane, sin Isco y con James –desatado y sublime–, sin Jesé y con Benzema. El Betis constató demasiado pronto el valor de los rivales. Al minuto y medio perdía 1-0 y en los cuatro siguientes hizo dos paradas Adán, aquel portero de La Fábrica, otra víctima de «innombrable one». Sometido al encantamiento de la BBC, Benítez recuperó un dibujo añejo y Bale entró por la banda derecha, como antaño. Y marcó, también James.

Su lanzamiento de falta debería ensayarlo Cristiano en el recreo. Resuelto el encuentro en el primer tiempo, el segundo sirvió para corear a Keylor Navas, meter los goles negados en Gijón y concretar la idea futbolística de Benítez, por el esquema, no muy alejada de la que acopló Ancelotti.