Tenis

Tenis

Talentos

La Razón
La RazónLa Razón

Garbiñe Muguruza dejó su impronta hace un año en Roland Garros y acude a la final de Wimbledon dispuesta a ser el centro del universo tenístico, subyugar a Venus y abducirla para que gire a su alrededor, como si la mayor de las Williams fuese lo que indica su nombre, un planeta. Si lo consigue, será entonces más grande. Si mantiene la regularidad que ha exhibido durante todo el torneo y desborda lo que en ella es talento en estado puro, el esplendor sobre la tierra parisina invadirá la hierba londinense y regresará a España como una reina. Está en su esencia.

De Inglaterra a Francia sin que el deporte español deje de ser noticia agradable. Confiesa Mikel Landa nada más cruzar la línea de meta de Foix que al escaparse con Alberto Contador perseguía el tesoro más preciado del Tour, el maillot amarillo. En los Pirineos se encuentra tan bien como Garbi en Wimbledon. Pisa su terreno, pedalea exultante, allana las cuestas y busca a la cuadrilla alavesa en las cunetas sin atender a la escabechina que deja a su espalda. El jueves sólo le faltó bajarse a saludar, como aquel legendario Bahamontes que paró en un puerto para comerse un helado. El viernes enredó para ser el líder de la carrera y discutir con Froome en igualdad de condiciones.

Muguruza ha enterrado en dos semanas más espectros que los cazafantasmas y Landa ha demostrado en dos días que es el faro del ciclismo español para el próximo lustro. Mientras, Contador hace gala de su característica valentía y envía un mensaje inequívoco a todo aquel que quiera escucharle: no voy a ganar el Tour, pero puedo intervenir en el desenlace.