Podemos

Terrorismo de risa enlatada

La Razón
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Cada vez que Pablo Iglesias habla de terrorismo muere un gatito. Tiene tanto afán por reescribir la historia que los de la ETA acabarán siendo chicos díscolos que lucharon por la democracia con algunos daños colaterales. Podemos pone en solfa la legitimación del régimen del 78, que debía ser un contubernio de fascistas que merecían mesarse el pelo con sangre fresca. De ahí viene su equidistancia con el drama. En el insconciente de la extrema izquierda, España no fue tomada por las hordas comunistas como era su destino y merecía un tirón de orejas en forma de coche bomba. Esta abominación de España es la que pinta su perfil en el asunto catalán y en el papel que nuestro país juega en la Unión Europea.

Lo peor no es lo que piense un dirigente político sino que el relato del fin de ETA se esté pervirtiendo de tal manera que los ataúdes blancos y la soledad de las víctimas en aquellos momentos parezcan una leyenda urbana que un día nos hicieron creer. Esta izquierda sofrita insinúa, cuando no vocifera sin vergüenza, que a Rajoy le interesa que el terrorismo siga vivo pero los que sacan rédito de las ascuas de la hoguera de los difuntos son ellos, ansiosos por alcanzar la paz en las tumbas de los asesinos a cambio de un puñado de votos abertzales de allí y otros tantos antisistema del resto de España. La propuesta de Podemos de borrar el delito de enaltecimiento del terrorismo es su manera de prepararse para la farsa del 8 de abril, cuando los pistoleros vuelvan al teatro del absurdo. Podemos elige de qué lado está el sufrimiento. Y no es en la memoria de los del atentado de Hipercor del que se van a cumplir treinta años. Aquello fue un epílogo del NODO.

Iglesias en carne mortal se manifestó en carne mortal ante la sede del PP cuando el yihadismo convirtió las estaciones de trenes de Madrid en cementerios. Al contrario que las últimas manifestaciones en Londres. Todos a una contra el enemigo. Argumentan que la libertad de expresión está en peligro. Y les creo. De seguir así estará prohibido maldecir a los verdugos y a toda su estirpe. Si en el humor negro todo debería estar permitido, ¿por qué sólo en lo que tiene que ver con el terrorismo? Sobre la larga lista de delitos, como la pederastia o la violencia de género, ¿vale el mismo argumento? ¿Puedo hacer bromas, inteligentes, por supuesto, como no podía ser de otra forma, sobre cualquier asesino múltiple? ¿Ya son políticamente correctos los chistes de mariquitas? Es de suponer que Iglesias diría que no aunque por lógica respondería lo contrario. Llegados a este punto, la conclusión es que el problema no es de forma sino de fondo. Ese supuesto humor negro que humilla a las víctimas es su manera de hacer que la gangrena etarra parezca apenas el corte de una cuchilla de afeitar, algo que sucede y que se tapa con un trocito de papel higiénico.