Historia

Cristina López Schlichting

Tres libros masculinos

La Razón
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Como sé que los lectores de LA RAZÓN son cultos y andan por las librerías, me ha parecido de justicia compensar mi reciente artículo sobre libros de escritoras con otro sobre tres libros recientes de varones españoles. Así me permito recomendarles «Derecho natural» de Ignacio Martínez de Pisón, que recorre la infancia de un chaval de los 70 y 80 y el drama que viven los hijos de los matrimonios inestables. Aunque el padre del protagonista es un ejemplar depurado de extravagancia artística (es un actor y cantante frustrado), la estampa no deja de ser la de tantas parejas cuyas desavenencias no culminaban en aquellos años en el divorcio, que estaba prohibido, sino en una lenta agonía doméstica con mil matices de dolor. Las crueldades de los adultos, sus egoísmos, van alfombrando la existencia de los niños. Nuestra generación, la de los nacidos en los 60, está relatando ahora los años del tardofranquismo y la transición (y aprovecho para pedirles sin pudor que incorporen a su cesta de compra estival mi novela «Los tiempos modernos») que recupera estampas impagables. Así por ejemplo el empeño de la madre por hacer que sus gemelas se lancen a la fama a través de las agencias de publicidad en aquellos inolvidables anuncios de la tele. O las actuaciones en los clubes de las playas de los imitadores de cantantes de moda, como Demis Roussos. Pisón hace un relato muy ameno, descriptivo, con una narración ágil y perfectamente construida.

En segundo lugar, Ray Loriga ha ganado con «Rendición» el Premio Alfaguara y no me extraña. Con regustos de Kafka y un precioso español, traza una «distopía», una imaginación de un mundo futuro tras un desastre que ha desmontado la sociedad y la nueva vida de los supervivientes en la llamada «ciudad transparente». El lugar es un trasunto de lo que actualmente experimentamos con la omnipresencia de internet, las redes sociales y los dispositivos electrónicos: una vida pública, narrada en directo, a la vista de todos, sin intimidad ni pudor. Para escribir el libro el autor ha estado varios años sin móvil. Es un libro misterioso y tranquilo, ameno, que hace pensar.

Finalmente no puedo despedirme sin mencionar, obviamente, «Patria» de Fernando Aramburu, el gran fresco de la tragedia social que ha supuesto el terrorismo en el País Vasco. La historia de dos familias enfrentadas y trastornadas por los crímenes de ETA. La novela no está exenta de audacias literarias y una estructura eficaz, que avanza y retrocede en el tiempo sin estorbar al lector, pero es sobre todo un extremo de delicadeza psicológica. Con «Patria» se ponen negro sobre blanco muchas de las mutilaciones calladas que produce el mal: personas dependientes e inseguras, rupturas entre hermanos, odios inexplicables, pequeñas venganzas tristes.

Me quedan, en mi faltriquera estival, otros tres que aún no he podido leer y que prometen mucho, a saber, «Se llamaba Carolina», del maestro José Jiménez Lozano, «La vida negociable», de Luis Landero y «Tierra de Campos» de David Trueba, pero, entretanto, ahí queda este aperitivo.