Alfonso Ussía

Tú a la cárcel, yo a veranear

La Razón
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Por estar implicado en las tramas corruptas de la era Pujol ha ingresado un tal Sumarroca en la hospedería obligatoria del Estado. Simultáneamente, los Pujol se han ido de vacaciones. Me lo contaba divertido mi gran amigo, el extraordinario penalista José María Stampa Braun. Terminada la guerra civil, un ilustre abogado republicano fue depurado. Se le impidió el ejercicio de la profesión durante tres años. Supongamos que se llamaba Pérez. Entre los ministros de Franco había algunos antiguos alumnos de Pérez, y consiguieron su perdón. Fue amnistiado y recuperó su cátedra y su despacho. Pocos días después de producirse el feliz perdón, otro abogado, supongamos que Gómez, fue llamado a declarar por su vinculación y amistad con Pérez. Y Gómez se defendió ante el juez con un argumento contundente: -Señoría, soy amigo, alumno y admirador de Pérez, y me ha alegrado infinitamente que haya sido indultado por clemencia del Gobierno. Yo me encuentro declarando ante su Señoría por ser amigo del señor Pérez, y le pregunto, si me lo permite: ¿Cómo es posible que sea más grave ser amigo de Pérez, que ser el propio Pérez? Gómez, afortunadamente, fue absuelto de la terrible acusación.

En España se han juntado muchos misterios. El más difícil de descifrar ha perdido interés e importancia. Cuánto cobraba Arriola del Partido Popular por hundir al Partido Popular. Otro misterio responde al ámbito judicial. Qué tienen que hacer los Pujol para que entre en la cárcel un miembro de la familia Pujol. Todos, menos uno, están imputados y se ha demostrado que los manejos dinerarios de la familia pertenecen al submundo de la más descarada corrupción. Pero los Pujol están veraneando, y los jueces han metido en la cárcel a un Sumarroca que pasaba por ahí. Sumarroca está encarcelado por ser responsable de sucios negocios propiciados por los Pujol .Muy mediterráneo, el mar de la cultura, del comercio y de las deslealtades. Grecia, Roma, el imperio Otomano, la Italia pujante, Francia, España y los Pujol.

Pero Grecia está intervenida y rescatada, Roma y el imperio otomano han perdido influencia y fuerza, Italia se mantiene con la economía subterránea, Francia conserva su poder pero depende de su gran enemiga, Alemania, España está hecha unos zorros en lo social y se ha recuperado en lo económico, y los Pujol están veraneando mientras Sumarroca, testaferro y beneficiado de los Pujol, se halla en la trena. Los misterios de España.

En el juicio previo al asesinato –juicio popular, es decir, con un tribunal de asesinos disfrazados de jueces–, se le preguntó a don Pedro Muñoz-Seca por la culpabilidad o inocencia de sus delitos. El principal, si era monárquico. El agravante, si era amigo de los Luca de Tena. También si era cierto que había intentado derrocar el régimen republicano, y el último, si creía en Dios. Un juicio raro. Primera respuesta: –Soy monárquico, y a mucha honra-; segunda respuesta: –He sido amigo de don Torcuato y lo soy de Juan Ignacio-; tercera respuesta: –poquita cosa tiene que ser la República para que un autor de comedias termine con ella-; cuarta respuesta: –sí-. –Pues condenado a muerte, por fascista-.

España está en manos de juicios populares. Todavía no se han atrevido a disparar, pero lo están deseando. –«Queremos borrar de Cataluña a los Borbón»-, ha dicho el sublime Bosch, cuyo libro majadero, en un alarde de buenismo estúpido, fue presentado por el Presidente del Congreso de los Diputados de la nación a destruir. Creo que Bosch ha leído poca Historia, y que sería mucho más conveniente para Cataluña, una Cataluña sin indeseables, traidores, golfos y mentirosos, pero eso no entra en el guión. Una Cataluña en la que los jueces recuerden que lo son y que tienen el deber de cumplir y hacer cumplir las leyes, sancionando a los chulos que se las pasan por el revuelo del braguerío. Una Cataluña en la que el primer corrupto de su esquema, asuma como poco la misma responsabilidad que el tal Sumarroca, que está en la cárcel porque es más sencillo meter en chirona a un Sumarroca que a un Pujol. Una Cataluña que, pretendiendo lo que desea la mayoría de los catalanes, entienda que sólo con la ley se puede cambiar la ley, que sólo con la palabra se puede alcanzar el diálogo y que sólo con la Constitución, Cataluña disfruta de la mayor autonomía de su Historia.

No tengo nada personal contra esa familia que ha ejemplarizado la moral de Cataluña durante veinte años. Pero mientras estén los Sumarroca –por granujas que sean– en la cárcel y los Pujol veraneando, el arreglo se presenta bastante difícil.