Reyes Monforte

Un beso

La Razón
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Decía Octavio Paz que un mundo nace cuando dos se besan. Deberían nacer más mundos, aunque sólo fuera por perpetuar la especie y el universo. Un sencillo gesto puede ser el germen de un nuevo mundo. Algunos gestos representan desafíos y cambian el rumbo de lo establecido. Hace unas horas David y Gregor decidieron desafiar a una manifestación neonazi en Madrid dándose un beso. Un desafío pacífico, sencillo, sin más... Desconozco si fue espontáneo, aunque hoy en día la espontaneidad no se encuentra ni en un estornudo. Vimos una imagen parecida de dos mujeres besándose en una manifestación contra el matrimonio homosexual en Marsella en 2012. Ellas dicen que fue fruto de la rabia. Un beso es un beso sea fruto de lo que sea. Y lo más importante es que un beso ha tenido más eco que los gritos y los insultos proferidos por un grupo neonazi. Ese beso nacido de la rabia me recordó a otro gesto fruto de la ira que vimos hace unas semanas en Suecia cuando Tess Asplud, una mujer de raza negra, se enfrentó con el puño en alto a más de 300 neonazis. Ese día algunos recordaron a la hija de una superviviente de Auschwitz, Danuta Danielsson, que en 1985 golpeó con su bolso a un nazi que participaba en una manifestación racista en Växjö. Claro que son gestos, claro que quizá no muevan el mundo pero incitan a removerlo, a cambiarlo, a despertarlo. Si en 1955 Rosa Parks no hubiera permanecido sentada en su asiento del autobús de Montgomery en vez de cederle su sitio a un hombre blanco, tal y como reconocía las leyes de la poderosa América blanca, la Corte Suprema no hubiera declarado anticonstitucional la ley de segregación y el gobierno estadounidense no hubiera abolido cualquier discriminación en los lugares públicos. No sé si así se escribe la historia, pero así se hace.

Lo que no se entiende es cómo se puede permitir una manifestación neonazi en una capital europea, mientras hace unas horas Youtube cerraba la cuenta de una joven por celebrar el nacimiento de Hitler con una tarta en forma de esvástica, cantándole el cumpleaños feliz. Sin duda, mundos paralelos.