Cristianismo

Un circo con historia

La Razón
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Construido en tiempos inmemoriales entre las colinas romanas del Aventino y del Palatino el Circo Massimo ha sido escenario de grandes espectáculos. Los emperadores entretenían a sus súbditos con carreras de cuadrigas y combates de gladiadores a los que luego se sumaron los sacrificios de los mártires cristianos despedazados por las fieras. Es una superficie enorme difícil de llenar. Sólo lo consiguen grupos musicales como los «Rolling Stones» o manifestaciones colectivas de protesta. El pasado sábado, sin embargo, un público muy diferente inundó la vasta explanada del circo; las cifras bailan en torno a las cincuenta mil personas provenientes de ciento veinte países diferentes.

No acudieron para aplaudir a una «rock star» sino para celebrar la vigilia de Pentecostés , festividad que recuerda la venida del Espíritu Santo sobre los apóstoles y el nacimiento de la Iglesia de Cristo. Y festejaban el Jubileo de Oro del Movimiento Carismático Católico un movimiento nacido en los Estados Unidos hace cincuenta años y que hoy está presente en los cinco continentes. El palco estaba dominado por la frase «Jesús es el Señor» en diferentes lenguas. En él junto al papa Francisco se encontraban los líderes de Renovación Carismática con representantes de las iglesias evangélicas, pentecostales y de otras confesiones religiosas. Una celebración ecuménica, multicolor en la que se alternaban danzas y canciones con testimonios y meditaciones en diversas lenguas. El Papa estaba radiante. Fue una de las pocas veces que le hemos visto cantar y alzar sus manos al cielo mientras rezaba. «Hoy – dijo– hemos escogido reunirnos en este lugar donde fueron martirizados los cristianos para divertir al pueblo romano. Hoy hay más mártires que ayer; la sangre de los cristianos es derramada en todo el mundo. Es el ecumenismo de la sangre». Francisco pidió unidad en la diversidad o, usando su expresión, «la diversidad reconciliada». También se sumó a lo dicho poco antes por un pastor protestante: «La unidad de la Iglesia es necesaria porque Dios es monógamo, no es un esposo polígamo». Caminar juntos, trabajar juntos, amarnos y estar abiertos al Espíritu que no se deja encerrar en una jaula fueron sus consignas a una multitud alegre y confiada «a cielo abierto porque no tenemos miedo».