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Un día en el Godó

La Razón
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Real Club de Tenis Barcelona, Pedralbes. Ni una estelada en balcones y terrazas, ni en las farolas, al contrario que en el tramo catalán que separa Benabarre de Lérida. Nada. Ni rastro. Aquí, lo cotidiano es la normalidad. Dicen que durante una semana, lo que dura el Conde de Godó, en el RCTB se concentra el 5% del PIB español. Es viernes, luce el sol. La pista central, atestada. El sábado, con todo vendido, lo desapacible del tiempo evita el lleno en el Murray-Thiem (cae el número 1, para disgusto de la afición). Sin pausa, Nadal congela a Zeballos; 24 horas antes eliminó a Chung, un surcoreano prometedor que sorprendió a Rafa en los dos primeros juegos, hasta que le encontró los tics.

Nadal va a por la «Décima» (Copa), guiño de los organizadores al reconocido hincha madridista. El torneo más antiguo de España, 65 años cumplidos, es un hervidero de famosos y caudales; de la mano de Albert Agustí, Albert Costa y Carlos Martín –ejemplo de director de comunicación–, crece este máster 500 mirando de reojo el 1.000, sin renunciar a la tradición, sin ceder esencia y elegancia, haciendo gala de un «savoir-faire» que concita la atención de la burguesía catalana.

En los «stands» se habla de tenis, y de fútbol. Directivos azulgrana y pericos; seguidores del Barça que sueñan la Liga, pero que desconfían del Madrid, escucha el «chaqueta verde» Sergio García. Entre la multitud, Anna Tarrés, empeñada en adelantar a las rusas con las chinas; Bertín Osborne, Albert Rivera... Y todos, rendidos al embrujo de Rafa. Ex presidentes como Laporta, en busca de una oportunidad. Hay más poderío en el RCTB que en el palco del Bernabéu. Se respira deporte, huele a perfume caro y a «business». Pero quien manda es Nadal, soberano de Pedralbes.