Bruselas

Un mundo irreal

La Razón
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Siempre me ha llamado la atención la sorpresa que despiertan en algunos las manifestaciones independentistas. Como vengo curtido del País Vasco, no me asustan tanto los números como las consignas de los convocantes. Cuando algunos se extrañaban de que Batasuna llenara la Gran Vía de Bilbao, me preocupaban más los mensajes que llegaban a más de 250.000 votantes en las elecciones.

En la manifestación de ayer en Bruselas, que reunió a algo más de 45.000 personas, se dijeron muchas cosas. Y no todas eran coincidentes. Unos decían acudir para acompañar a Puigdemont y a sus ex consejeros, que por cierto anunciaron que no volverían a España hasta que no se cerraran sus causas. Otros habían viajado para defender la declaración de independencia. Otros más para pedir a las instituciones europeas y estados miembros que reconocieran la república catalana. La pancarta de la cabecera pedía «libertad para los presos políticos», aunque el lema de la convocatoria «Despierta, álzate por la democracia» no sé bien si tenía siquiera que ver con alguna de estas reivindicaciones. Se profirieron discursos y afirmaciones falsas, como que aquella era la «manifestación más grande de la historia de Bélgica» o que muy pronto habría que «poner una nueva estrella amarilla en la bandera» de la UE... Algunos mensajes hasta eran contradictorios, pues mientras el vicepresidente de Omnium Cultural gritaba «Visca Europa», en muchas pancartas se leía «¡Avergüénzate, Unión Europea!». El más clarificador fue el discurso del ex conseller Antoni Comín llamando «franquistas, fascistas y totalitarios» a los miembros del Gobierno español: «Por muchas que sean las dificultades por las que pasemos en los próximos meses y años, seguiremos adelante. Porque si ahora dijésemos que este camino era demasiado difícil, el 1 de octubre habría estado en vano, el 27-O habría sido en vano, nuestro exilio (sic) habría sido en vano, la cárcel habrá sido en vano y esto es lo que no nos podemos permitir. Los sacrificios serán la piedra sobre la que construiremos nuestro futuro, será la semilla de nuestra libertad. Seguimos siendo vuestro Govern, a nosotros no nos destituye el fascismo y mientras estemos en el exilio (sic, sic) no estaremos destituidos y querrá decir que el fascismo todavía existe». Se le entendió todo.

Mientras, en la Cataluña real, la campaña electoral seguía. El frío de Bruselas nada tenía que ver con el mundo real.