Cristina López Schlichting

Un país con helado de postre

La Razón
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Hay dos tipos de personas, las que atesoran y guardan y adoran coleccionar cosas y las que tiramos con gusto. Personalmente considero que cada cosa de la que te deshaces es un peso vital menos. Por eso es curioso que, desde el referéndum ilegal de Cataluña, guarde un folleto amarillo de propaganda de la plataforma independentista. Y es porque pocas veces he visto nada tan caro, bien hecho y embustero. Es un panfleto alucinante, que se repartió a patadas por toda Cataluña.

Empieza con una pregunta muy abierta: «¿Cómo quieres que sea tu nuevo país?» y reúne después los supuestos testimonios de todo tipo de catalanes. Carmen, de 80 años, de Tarragona, dice: «Un país con más riqueza tendrá pensiones mejores. Incluso mi yerno está de acuerdo». No sé qué dice el yerno de Carmen, pero es de cajón de madera de pino. Laura, de 24 años, de Gerona, decide ella solita que los tratados de la Unión Europea que establecen que la aceptación de un nuevo miembro ha de ser por unanimidad ya no valen. «No dejaré de ser europea porque lo diga un ministro. Trabajo de higienista dental en Gerona, el año que viene acabaré odontología. No me iré a ganarme la vida al extranjero, como mi hermano Pau. Me quedaré en mi país y mi país se quedará en Europa». Con dos narices. Y luego están Ramón Sánchez, de 46 años, de Sabadell, que quiere «un país sin corrupción ni recortes» (desde luego, lo mejor es un país donde no se cobre el 3 por ciento) o Guillem Navaro, de 24 años, de Bellver de Cerdanya, que pide «un país del que no haya que marcharse para encontrar trabajo», que supongo que es lo que queremos todos, vivamos en Bellver o en la Línea de la Concepción.

El díptico amarillo sigue así, desgranando deseos hermosos, con muchos nombres catalanes y muchos españoles, para demostrar pluralismo. Finalmente recoge el testimonio de una niña, Julia Soler, de 12 años, de Ripollet, que pide: «Un país donde haya helado de postre cada día». Es el toque «naive» y dulce de este papel caro y brillante que es todo un delito, porque se hace con el dinero de los catalanes y a favor de un solo bando, el nacionalista.

Mis amigos no independentistas catalanes hace tiempo que han tirado la toalla. Los encuentro desolados e indiferentes a la nueva presencia de Soraya Sáenz de Santamaría en Barcelona. Dicen que es demasiado tarde, demasiado tiempo de ausencia del Estado en Cataluña. Que le han comido el tarro a demasiada gente, que son muchos años de adoctrinamiento escolar y propaganda desde todas y cada una de las instituciones. Se me cae el alma a los pies cuando los escucho. Argumento entonces que la ley es la ley y que la capital no es Madrid, ni Barcelona. Que la capital es Bruselas. Pero han abandonado toda esperanza y se sienten solos, desoladoramente solos.