Enrique López

Una realidad llamada España

La Razón
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En breve nos enfrentaremos a un nuevo proceso electoral que se presenta trascendental para España, y mucho me temo que se hablará de nuestra Constitución y de su necesidad de reformarla. Una Constitución no es una línea de AVE, sometida a diferentes opciones en su trazado, conseguir un consenso amplio en su posible reforma es muy difícil. La necesidad de esta reforma no surge de su más que dudosa necesidad de actualización, surge porque algunos consideran que sería una solución al problema catalán, expresión que Ortega y Gasset convirtió en concepto, y que resume años y años de encuentros y desencuentros. Una visión aritmética de las últimas elecciones catalanas determina que más de la mitad de los catalanes está a favor de seguir compartiendo el proyecto común de la Nación Española, y que menos de la mitad están a favor de crear un estado propio y separarse. Ante ello, ¿la nueva solución constitucional a quién debe atender?, ¿a unos o a otros? ¿Debe ir orientada hacia el reconocimiento de que Cataluña es algo más que una realidad diversa y se parece mucho a una nación, o debe ir orientada a asentar y fortalecer los derechos de los que se siguen sintiendo españoles y catalanes o al revés, para que no se sientan abandonados? El dilema está servido, y la Ley tiene difícil solución para ello. Algunos creen que una reforma que recree el Estado Español como federal sería la solución, pero, ¿esto determinaría trocear la soberanía nacional?; ¿supondría arrumbar el concepto de la indisolubilidad de la Nación Española establecida en el art. 2 de la Constitución? Otros creen que la solución está en reconocer que España es un Estado plurinacional compuesto por varias naciones, ¿pero cuántas?, Cataluña, País Vasco, Galicia; ¿También Andalucía?; ¿por qué no repescamos de paso el viejo reino de León? Esto es algo muy serio para jugar con ello de forma irresponsable, y quebrar el consenso del año 1978 puede ser muy peligroso. No pongo en duda que en España hay un problema de sentimientos nacionales, pero ello no puede llegar hasta el puto de concebir España como una realidad similar al Imperio Austro- Húngaro, o al Otomano, a la Unión Soviética o a la antigua Yugoslavia, no tenemos nada que ver. Por último, algunos abogan por la elaboración de una ley de calidad como el caso canadiense, los cuales se olvidan que esta ley de claridad en España ya la tenemos, se hizo en 1978 y se plasmó en una Constitución en cuyo preámbulo se dice que la Nación Española proclama su voluntad de proteger a todos los españoles y pueblos de España en el ejercicio de los derechos humanos, sus culturas y tradiciones, lenguas e instituciones, y en su art. 2 se dice que la Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles. En una España donde la inmensa mayoría de los españoles seguimos defendiendo esto, y como mínimo más de la mitad de los residentes en Cataluña También, la Constitución sigue siendo la mejor solución y no debe suponer problema alguno.