Julián Cabrera

«United Colors of PSOE»

La Razón
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Todavía y salvo muy puntuales excepciones está por demostrar el rédito político de la ubicación en puestos clave de las listas electorales de los partidos, de determinados personajes objeto de atención mediática en un momento determinado. La inclusión que conocíamos hace unos días de la excomandante del ejército Zaida Cantera en la lista del PSOE por Madrid nada menos que en el número seis y en un momento en el que hay más que bocados en esta y en otras formaciones por encontrar pasaporte a la carrera de San Jerónimo abre en canal nuevamente el debate sobre este tipo de «fichajes».

De entrada es en el seno de los propios partidos políticos donde suele chirriar un método que ni mucho menos es nuevo, sobre todo porque este tipo de «aterrizajes» acaba suscitando en la gente «del partido» la pregunta sobre el criterio para desplazar a otros elementos más válidos en experiencia política, con más formación o sencillamente con una dedicación a las siglas bastante más continuada bien en los órganos del aparato o bien ocupando escaños nacionales, regionales o municipales. Sobre esto y sin ocultar un más que patente malestar, me apuntaba este fin de semana un dirigente del propio Partido Socialista que «a unos les entregan la pana y a otros, a los de siempre volverán a pedirnos que salgamos a la calle para pegar los carteles».

Como apuntaba, el beneficio del injerto siempre acarrea no pocas dudas, sobre todo por los precedentes que no son pocos especialmente en la formación que lidera Pedro Sánchez. La inclusión del juez Garzón como número dos por Madrid tras Felipe González en los comicios del 93 contempló una perfecta proporcionalidad entre el golpe de efecto y las posteriores y nefastas consecuencias de todos conocidas para el PSOE. El fichaje del juez Ventura Pérez Mariño también para las filas de González tampoco acabó precisamente bien y así podríamos recordar un notable elenco de casos, unos concretados y otros frustrados como el intento hace unos años desde el Partido Popular de situar como candidato a la alcaldía de Sevilla al comunicador de radio Carlos Herrera que tuvo la suficiente inteligencia para decir NO a presidir ásperos plenos municipales o ser silbado en el palco de la Maestranza.

Zaida Cantera es en boca de Pedro Sánchez una mujer comprometida con la defensa de la igualdad y eso no hay por qué negarlo, también puede resultar positiva en las listas de un partido una amalgama de pluralidad a lo «Benetton», pero enarbolar la bandera de un ejército «cerrado a los derechos democráticos» y apuntar que no ha evolucionado desde antes de la Transición es pura demagogia teniendo en cuenta lo que las libertades y el humanitarismo le deben dentro y fuera de España a nuestro ejército.

Zaida sufrió acoso y el acosador fue condenado –anótese– por un tribunal militar y sería bueno preguntar a Carme Chacón, ministra de Defensa por aquel entonces, a propósito de si los procedimientos en el Ejército son preconstitucionales o por el contrario son propios de las Fuerzas Armadas de una democracia sólida y europea.