Ely del Valle

Vamos p’al monte

La Razón
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Todo llega y todo pasa. Las elecciones vascas y gallegas, las que iban a marcar el rumbo de todo el país, las que iban a inclinar el fiel de la balanza del PSOE hacia un lado o hacia el otro, dejan a los socialistas en estado comatoso y, lo que es peor, al cuidado de un doctor muerte que, lejos de tirar la toalla, sigue a velocidad de crucero rumbo al iceberg sin que nadie se atreva, de momento, a dar un golpe de timón.

De las elecciones del domingo salen reforzados Feijóo y Urkullu, dos políticos de los de siempre, de los que hablan poco pero hacen mucho, y sale despellejado un Partido Socialista al que nadie consigue reconocer. Sánchez ha tardado 17 horas en comparecer y, lejos de darse golpes en el pecho, ha hecho como si el domingo no hubiera existido y se ha postulado como líder de un gobierno alternativo con cualquiera que se quiera sumar al despropósito, independentistas incluidos. Con dos bemoles como dos soles. La jugada la ha redondeado justificando la convocatoria del Comité Federal como la necesidad de escuchar a los disidentes para «que el partido hable con una sola voz, no como hasta ahora, y que esa voz sea la de su secretario general». O sea la suya. Lo hace por responsabilidad, dice. Y acto seguido anuncia que se pasa por el coxis las líneas rojas impuestas en el anterior Comité y que, para cubrirse las espaldas, va a dejar en manos de la militancia la decisión última. Sin palabras, oigan. Después de esto, una ya no sabe si hay que mandar a Ferraz a un reportero de guerra para que cubra la batalla entre las huestes del iluminado y el resto, o si vamos a asistir a una representación en directo del «Flautista de Hamelin». Como diría Pablo: «Tic-tac», «tic-tac». Apasionante.